Hoy en la plaza Santa Ana de Madrid nos ha sucedido una de estas cosas que te dejan perplejo además de sumamente contento. Era ya por la tarde que empezaba a apagarse, cuando en la zona más cercana al teatro Español se nos ha acercado un joven que no llegaba a los 30, pelirrojo y bien plantado, con una cartera guapa de estudiante en serio y nos ha espetado mirándonos con una amplia sonrisa: "Ustedes son de Zaragoza, verdad? No saben la alegría que me ha dado escucharles hablar con el deje nuestro".
Efectivamente nos hemos quedado sorprendidos y más contentos que él. Nos había escuchado a no menos de cinco metros de distancia y se nos había acercado llevado de la misma alegría que nos ha contagiado. Es de Montalbán, vive ahora en Madrid y tras unas pocas frases nos hemos separado todos, más contentos que unas pascuas. Ser de Zaragoza se nota. Y además de notarse se añora.