Además de ser lugares tan gratos para conversar, al calor del amor, también son emanación de cultura, costumbres, gastronomía o modo de entender la vida local… Donde se cuecen los leader que luego se pedirán, la programación de las semanas culturales, las mociones de censura…
Pero esta serie solo subrayará los que tengan además ese factor diferencial. Esa potencialidad, esa polaridad que permite la no emigración por el disfrute del resto de los vecinos del sueño quijotesco universal de uno de ellos, tan incomprendidos al mismo tiempo por demasiado comprendidos.
Son rincones de Aragón que permiten un plus: ese guiñote a parejas viendo las marionetas traídas de todo el mundo por David, o disfrutando de pop inglés sabiamente escogido. Esas selecciones de sitios y objetos que dicen todo de su propietario, que no permiten que Retromanía arrase con toda una vida. Un bar que compra el País y donde puedes leer Babelia hablando de agricultura.
Por todo ello, la serie empieza con el bar de David Giménez en Remolinos, “El Imperdible”. El hacer literario y como activista cultural de David merecerá otra entrada.
Vaya esta, ya se ha descrito el bar con anterioridad, para haceros partícipe de lo sencillo que es combatir el no estrés y el no ritmo de vida desasosegante de Zaragoza.
Una andada de más de media hora más allá de las Riberas del Ebro, una exposición en Fuendetodos, una cata de vino en Cariñena o Almonacid, una conversación sobre sal de garnacha en Fuendejalón, subir a Sancho Abarca en Tauste o pasear la plaza de toros de Tarazona… son placeres sencillos.
Comparables a un cubata o café con hielo tranquilo en el bar de David. Seguido de una merienda-cena con buen vino en el Bar La Maravilla, de sus padres y su familia.
Son placeres para sentidos completamente alejados de la competitividad de los deportes ing: relacionados con la amistad y con dejarse llevar. Que se pare el tiempo, hacer el aura, el alma o el ki o chi más grande, que dicen en oriente… Eso no se consigue en un viaje programado a Uzbekistán, sino comiéndote una sandía en el Sri Daria recién regada con un paisano.
Una tarde perfumada de sal en Remolinos. Precedida o continuada por un paseo para ver las rosas de sal de sus minas, sus paisajes de lajas de salitre superpuestas y después continuar con su espectacular balcón-ermita a la vega del Ebro y la obligada visita a las pechinas bellísimas del Goya más popular que pueden contemplarse. En su iglesia parroquial.
Mi coro tuvo la afortunada oportunidad de comprobarlo recientemente, cantando bajo ellas. En ese ambiente fresco que cualquier iglesia aragonesa alberga y esparce, remansos de vida.
Sal a Remolinos, David también sale de Remolinos. No os perdáis una conversación con su paisanaje en el Imperdible.
20/06 Luis Iribarren