Ayer fue el Día sin Coches, el Día Mundial sin automóvil, que se viene celebrando en las grandes ciudades del mundo desde hace 25 años, en las grandes ciudades españolas nos llenamos de caos tonto. Casi nada nuevo. Mientras en Europa es visible el cambio urbano de las grandes ciudades hacia sistemas más peatonales, más bicicletas y más transportes urbanos en Zaragoza y en China los habitantes parecemos desear lo contrario.
Ayer en Zaragoza se cerró por un solo día el Paseo de Pamplona al vehículo privado, permitiendo el paso del transporte público y de los taxis ocupados. Un caos. ¿Tan tontos parecemos o fue una provocación entre todas las partes? Se sabía, pero se empeñaron muchos zaragozanos en ir por donde se sabía que iban a tener problemas. Debía ser para sufrir.
Debemos recordar que el Paseo de Pamplona es una avenida que previsiblemente se cerrará al tráfico un año al menos, si definitivamente va la ampliación de la Línea 2 del tranvía por dicho paseo. Y que tras funcionar el tranvía, ya nunca será la avenida por la que puedan pasar tantos miles de vehículos todos los días. Así que el de ayer fue un excelente ejercicio de prueba y error, una acertada elección para comprobar afecciones.
En las grandes ciudades —y Zaragoza lo debería ser y no simplemente una Ciudad Grande— el uso de los transportes públicos es la única solución sostenible, posible y lógica. Y los ayuntamientos deben diseñar y urbanizar las ciudades pensando en ese futuro que ya podemos contemplar en decenas y decenas de ciudades del tamaño de Zaragoza en varios países de Europa. Es imposible negarse a la realidad. Y si hay dudas, se puede hacer lo contrario. Ir a China y ver lo que supone hacer lo contrario, creer que el coche es el dios que sustituirá a las bicicletas, a los peatones y a los servicios públicos.