Pablo ha elegido a Pablo. Los que conocemos a Pablo un poco, los que le hemos escuchado articular discursos o ideas, respuestas o planteamientos, sabemos que Pablo no es lo que necesita Pablo para poder asentarse. Pero los españoles nos daremos cuenta cuando toque. Pablo junto a Pablo no forman un equipo válido para satisfacer las ideas y soluciones que necesitamos en estos momentos. Y lo saben lo que no son pablistas, y lo intuyen los que no pertenecemos a los círculos de los Pablos. Pero funcionamos a golpe de sillón. Si osas tocarme mi sillón me cabreo. Si osas estar en contra de las ideas que sirven para sujetarme, me cabreo. Si no te llamas Pablo, me cabreo.
Las izquierdas en España ha perdido una ocasión tremenda para primero ser izquierda, y segundo para creer en todas las izquierdas y respetarse entre ellas. Efectivamente aquí el plural tiene mucha importancia. Hay varias izquierdas, como hay varios Pablos. Derecha solo hay una, la derecha de toda la vida. Hay muchas, es cierto, pero en secreto. Las izquierdas en cambio hay muchas menos pero las aireamos constantemente, pues nos creemos eso de que hay que dar trasparencia. Aunque los ceses y las nominaciones se hagan sin NADA de transparencia. Sea el partido de los Pablos o sea otro cualquiera de la izquierda. Sí, he dicho de cualquiera.
Zaragoza va camino de la grisura más espantosa, de esas situaciones que ni los más adustos políticos de la derecha se podrían haber imaginado nunca, para favorecer sus propios intereses. La derecha está todas las tardes de borrachera a costa de los errores de la izquierda, de las incapacidades, de los saltos en el vacío, de esa siempre constante naturalidad de lo gris neutro, y lo digo yo desde la izquierda, que ya es joder y tener ganicas de sufrir.
Somos los políticos de izquierdas en Zaragoza, tan gris neutro, que no cabe ni quitar saturación. Somos por la suma de todos, un campo de hojas secas y amarronadas, de un inmenso campo de mies a la que hace dos meses le han cortado el grano y la paja y ya está podrido. Somos la izquierda zaragozana un campo de barbecho pero no de un año sino de una década de vacío. Y encima lo ponemos por escrito, lo repartimos como caramelos, nos creemos que ese es el futuro. ¿Pero no nos queremos apiadar de la derecha, que va a terminar con una cirrosis incurable de tantas juergas nocturnas a nuestra costa?
Por cierto, que se me olvidaba; parte de esta izquierda quiere que el campo se nos pudra, para luego ellos ir y sembrar de nuevo. Pero mucho cuidado, pues el campo está quedando tan hecho unos zorros, que no van a crecer ni cardos borriqueros.