San Sebastián, junto con la capital polaca de Breslavia, ha comenzado este año como capital de la cultura europea. Este proyecto creado en 1983 por la Unión Europea bajo la iniciativa de Melina Mercouri podía haber sido para Zaragoza, pero sigo creyendo que solo otros intereses y no precisamente culturales, pudieron más que la oferta ofrecida por la sociedad zaragozana.
Se sentaron las bases para ser capital de cultura más allá de un evento temporal. El nuevo gobierno tiene ahora como máxima autoridad política en materia de cultura, al señor Rivarés, nombrado en su día por el anterior alcalde Belloch para lograr la candidatura, no puede dejar caer en saco roto lo que tanta ilusión despertó.
Las bases para ser capital de cultura, están ya asentadas, por lo que el nuevo equipo de gobierno tiene que retomarlo. No puede limitar sus esfuerzos poco más allá que a la emergencia social, a pesar de ser primordial. Zaragoza es mucho más, ha de ser una ciudad viva, es de todos y para todos.
Hay proyectos para dar uso a una veintena de edificios públicos. Se creó el Observatorio de la Cultura que lamentablemente ha dejado de funcionar. Ahí tenemos de momento la Harinera de San José, uno de los edificios que se rescató de la piqueta por el empeño de CHA y que hoy los vecinos de San José le quieren dar uso como espacio creativo de gestión participativa.
Actualmente nadie entiende que la gestión municipal y la ciudadanía en este tema, como en tantos otros, no vayan de la mano. La imprenta Blasco, los antiguos juzgados, Las Armas, Pabellón de España, de Aragón y tantos otros sumidos en el abandono y falta de ambición siguen esperando cerca de una década para volver a la vida. Que gentes en esta ciudad para llenarlos de arte y cultura hay de sobras. Como bien dice el que fue director para la capitalidad zaragozana señor Falo, “estamos a tiempo y en el camino de tejer un futuro en torno a la cultura”. Un país sin cultura es un país sin identidad.
Daniel Gallardo Marin