Alegoría del cambio climático, está conmovedora escultura
del impresionante escultor gallego Fernando Casás señorea los Monegros oscenses
de regadío. La alegoría está muy clara: el granito sustituyendo al bosque negro
fosilizado y ya inexistente de carrascas y sabinas de los Monegros.
Nuevo centro de energía, nuevo santuario laico junto a la
Ermita de la Corona de Piracés, su alcance como santuario sintoista se lo
otorgan sus divinizados dos olivos. Que juntamente con las ocho columnas de
granito crean este bosque animado de Ánimas en el desierto. Cuestión de la que
tanto saben los gallegos.
El trabajo y permanencia en Brasil del escultor creo que
también se nota en la belleza y simplicidad del resultado final. La imagen nos
asalta por su poder expresivo, simplicidad y belleza y, juntamente con los
sobrecogedores atardeceres monegrinos, nos traslada al Karoo sudafricano que
tiene su rapsoda: el extraño, deslumbrante y oscuro portador de la luz, el
desierto y desolación zulú: el novelista John Coetzee, tan aragonés por otra
parte en su descripción de los paisajes. La memoria histórica es imposible
apagarla en Sudáfrica, la primera transición no superada del mundo, la segunda
la nuestra con sede en Monegros.
Se completa con un poco del autor este espacio
baobab-monegrino en este territorio a reivindicar post Manolo Conte Laborda,
post frente de Alcubierre, CNT y Bandido Cucaracha. El desierto y páramo más
cercano en Europa al verde.
La Ruta 66 europea.
Verano de Coetzee
¿Para qué son los libros si no es para cambiar nuestras
vidas? Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro
interior. ¿Que otra cosa debería ser?
Sí, recuerdo Sudáfrica, recuerdo la vía Tokai, recuerdo los
furgones atestados de
presos camino de Pollsmoor. Lo recuerdo todo con absoluta
claridad.
Dedicado a Pilar
Turrau Sola, originaria de los Pintanos, vecina de Berdún, residente en Grañén
sin saberlo. Si estira su cuello verá este bosque.
03/02 Luis Iribarren.