Voy hablar de Aragón. Nos dicen que el
idioma es lo que une territorios, creando claras diferenciaciones con sus
vecinos, pero obviando que el mismo idioma también ha sido capaz de crear
profundas divisiones entre estados o países, como por ejemplo en Iberoamérica o
en Reino Unido.
El idioma es parte de la cultura, una
parte importante pero no el pegamento perfecto ni el más necesario o el único para
agrupar o separar. Como parte de una cultura específica, es un segmento solo de
ese todo que se necesita para crear sinergia sociales, que se sustenta por
multitud de elementos añadidos, donde la historia, la justicia, la sociología,
la etnografía, la orografía, la economía productiva, forman partes que se van
uniendo o disgregando, hasta conformar un Estado, un País, una Nación o un
Territorio singular, depende muchas veces del tamaño del espacio geográfico y
de la intensidad de su cultura.
Aragón, si quiere hacerse valer como
territorio que fue, debe reconocer y recuperar su cultura, que existe aunque
nos la quieran entremezclar hasta hacerla desaparecer. Más si somos nosotros
mismos desde puestos de responsabilidad pública, los que no creemos en la
necesidad de recuperar Aragón para los aragoneses e incluso para España.
Aragón tiene la necesidad urgente ya, de
saber declinarse hacia sí misma, si quiere defenderse ante el camino
emprendido. No estoy hablando de una década, ni de dos décadas, hablo de un
proceso que igual puede tardar en llegar solo un año, como 50.
En la actual situación España va a perder
su control (tarde o temprano y no pongo fechas, solo objetivos irremediables)
sobre Cataluña y País Vasco. Es muy posible que también Navarra caída de un
lado o de otro. Parte de Aragón va a sufrir las tensiones entre vecinos, pero
debemos empezar por entender que este proceso es imparable, incluso empleando
la fuerza. O mejor dicho, más si empleamos la fuerza.
Solo el reconocimiento y el respeto hacia
el “otro” es capaz de engrasar los mecanismos de trabajo en común. Pero detrás
de lo que piden Cataluña o el País Vasco se esconde el dinero, las inversiones,
el reconocimiento, el respeto, su posibilidad de ser la España moderna, la
España europea, la que se diferencia no por lo que son, sino por lo que quieren
ser. Y Aragón si no sabe defender su postura geográfica, histórica y social, se
verá convertido en el desierto que separa. El desierto que no se emplea para
nada, el lugar que hace de frontera entre dos concepciones diferentes de España
pero que les interesa a muchos siga siendo pobre y estéril, para que sirva de
frontera vacía.
Aragón podrá quedar desierto de
aragoneses válidos, pero nunca podrán arrebatarnos las razones de ser, aunque
seamos nosotros mismos lo que nos las arranquemos a jirones. Despreciar la
Universidad de Zaragoza ha sido el último detalle de lo que importa Aragón para
muchos aragoneses.