La sociedad está muy harta de que le
sigan mintiendo, de que la mentira salga desde todos los estamentos a los que
considerábamos respetuosos. Nos tratan como a críos y eso no tiene perdón.
Lo último es el engaño, la clara (presunta) mentira
del Arzobispo de Zaragoza diciendo que dimitía por problemas personales o de
salud según quien le apuntaba con el micrófono, cuando en realidad había sido
cesado, repito CESADO, por el propio Papa.
Si un Arzobispo no dice la verdad, si el Arzobispo
pagó 105.000 euros en concepto de nómina (presuntamente ficticia) a un diácono,
más parece ser otros 15.000 euros complementarios según publica hoy El Periódico
de Aragón, para atajar un problema de acoso que
sufrió este diácono por parte de un párroco de una localidad de la provincia de
Zaragoza, estamos ante un caso de mentiras sobre mentiras para tapar otras
mentiras.
No es posible que todo se quede en una
dimisión, en la desaparición del puerto responsable de alguien que se ha
comportado desde las latas instancias de forma cuando menos diferente a lo que
se esperaba de él. Esta misma tarde también ha dimitido la Ministra de Sanidad Ana
Mato por temas parecidos, de disimulos, mentiras y trampillas de abrir y
cerrar.
No. No es posible todo esto. Cuanto más
se trampee la situación, más claridad se necesita, más luz, más cambios
profundos se van a realizar en nuestra sociedad, en nuestro país. No hay día
que nos ale una trampa u otra. Y todos somos responsables de que esto suceda. Claro,
que de tamaño bien distinto entre unos y otros. Pero todos lo somos y entre
todos debemos dar la luz y esperar cambios muy profundos.