El IAACC Pablo Serrano de Zaragoza tiene
montada una exposición del fotógrafo Gervasio Sánchez que no deberíamos
perdernos ningún zaragozano que creyéramos en la Paz. Es decir todos ¿no?
No es lógico explicar aquí quien es
Gervasio Sánchez, reconocido en todo el mundo y zaragozano de adopción laboral
y vital. Un tipo que se ha jugado la vida para enseñarnos el valor de esta,
cuando los seres humanos nos convertimos en fieras con gorro y armas. Sin duda,
una exposición MUY recomendada para ver y para leer.
Pero en la visita de hoy me ha sucedido
algo realmente absurdo. He tenido la enorme suerte de encontrarme en la entrada
a Gervasio que esperaba a unos jóvenes del Instituto Público Goya, a los que
les iba a enseñar la exposición, explicándoles los contenidos y los por qué.
Escuchando su explicación sobre las
guerras en Europa durante las últimas décadas, en su visión de la caída del
Muro de Berlín que no nos ha traído la paz pues en la Europa posterior han
sucedido hasta 7 guerras diferentes, se me ha acercado un responsable del
Museo. Levemente me ha dicho que no podía estar escuchando aquello. Una bonita forma de dar sentido cultural a un edificio que en ese momento tenía excepto a los alumnos a tres personas viendo la exposición, de ellas dos éramos nosotros. Pero es lo lógico en el uso de la cultura pública, no sabemos bien por qué motivos. ¿O si?
Joder. En serio. Es el siglo XXI. En un
Museo que depende del Gobierno de Aragón, es decir público; en una gran sala
abierta donde estaba la exposición, luego en un receptáculo público. Dirigiendo
unas palabras en voz alta una eminencia sobre la violencia humana a unos 20
alumnos de un instituto público de Zaragoza. Y yo no llevaba ni un par de
minutos puesto que —iba acompañado— me debía a mi acompañante que no se había
acercado, y a ver la exposición a nuestro ritmo que era mucho más rápido que el
de Gervasio Sánchéz.
Como es lógico mi respuesta ha sido
respetuosa pero ha solicitado al responsable un aparte para aclarar la
situación. No entiendo que me tenga que sentir yo un ladrón de palabras, de explicaciones,
y en un lugar público; que se me prohíba estar en un lugar determinado de una
gran sala por si escucho y me llevo las palabras del protagonista de la
exposición (sin contar a las víctimas). No me he puesto entre los alumnos sino
separado y junto a un posiblemente profesor. Pero no se me dejaba escuchar.
Aquellas palabras eras privadas. Joder. Como es lógico sé que Gervasio Sánchez
nunca hubiera consentido que sus palabras sobre la violencia y la guerra no se
dejaran escuchar en una exposición sobre la violencia y la guerra. Y me he ido
pues no me apetecía robar palabras. No me apetecía hoy, me han pillado en un
buen día.
He solicita que el responsable de dar la
orden de prohibirme escuchar me diera explicaciones y la persona que me las ha
trasmitido se ha ido a cumplir son su deber de solicitarlo. Como es lógico
también, esa persona responsable nunca ha tenido las narices de dármelas a mi.
Para eso ya tiene a sus subordinados. Era lo esperado tras conocer su
sensibilidad.
Esto es Zaragoza hoy, esto es lo sucedido
en una exposición sobre la violencia. En una exposición donde queda claro que
cualquier tonto con gorra y látigo es capaz de castigar vilmente a otro semejante
pues el sentido común y el pensar con lógica no es lo habitual entre humanos
que quedan aprisionados por el poder del cargo. La exposición una triste
maravilla.
Nota.: El propio Museo ha recibido por email esta entrada por si desea realizar alguna rectificación. No me sirve que se me diga que era un acto privado, pues no es cierto, aunque haya mediado una relación contractual en el mismo, entre los organizadores. Sentirnos los visitantes que estábamos robando palabras lanzadas al aire es muy triste, cuando intentamos que la cultura se propague.
Nota.: El propio Museo ha recibido por email esta entrada por si desea realizar alguna rectificación. No me sirve que se me diga que era un acto privado, pues no es cierto, aunque haya mediado una relación contractual en el mismo, entre los organizadores. Sentirnos los visitantes que estábamos robando palabras lanzadas al aire es muy triste, cuando intentamos que la cultura se propague.