Se publicaba en el año 1731 que el Reino
de Aragón tenía de tamaño como 80 leguas españolas por su parte más larga y
unas 47 leguas por la parte más ancha, y que en aquel Aragón se contaban 12
ciudades, 240 villas, 995 lugares y 168 barrios. Además de Zaragoza tenían el
honor de ser ciudades las de Teruel, Albarracín, Daroca, Calatayud, Tarazona,
Borja, Barbastro, Huesca, Jaca, Alcañiz y Fraga.
Y curiosamente en aquel libro del
geógrafo Francisco Giustiniani se decía que por el Sur y el Este Aragón
confinaba con el Reino de Valencia, que por el Este con el Principado de Cataluña,
por el Oeste con la Navarra y las dos Castillas y por el Norte con los montes
Pirineos que lo dividían de la Francia.
Es curioso (para ellos sobre todo) que se
describiera hace tres siglos a Cataluña como un Principado y que ahora sintamos
y sepamos en cambio, que aspira a ser la que dicen ellos siempre fueron, cabeza
del Reino de Cataluña y directora de los aragoneses que somos unos parientes
pobres.
Yo admiro a la Cataluña actual, más por
sus logros que por sus insultos —como es lógico— en la misma medida que me
cabreo cuando comprendo que su crecimiento es siempre a costa del decreciente
tamaño de sus vecinos. Y que desde Aragón no estamos haciendo lo suficiente
para ser mejores.
En el censo de Aranda del año 1768 se
constata que España tenía 9.023.000 habitantes, y en Aragón estaban censados
530.000 habitantes mientras que en Cataluña había 878.000 personas. Aragón era
el 5,87% de aquella España y Cataluña era el 9,73%
Pero si nos fijamos en el censo actual de
España vemos que Aragón hoy es el 3,14% del total poblacional mientras que Cataluña
es el 16%. Algo ha cambiado en exceso en poco más de dos siglos, para que
Aragón pierda casi la mitad de su población con respecto al total español
mientras que nuestro vecino Cataluña haya casi multiplicado por dos la
población proporcional. En número total de habitantes Aragón se ha multiplicado
por 2,52 veces, mientras que Cataluña lo ha hecho en estos 200 años en 8,52
veces.