La torpeza absurda de una Cataluña mal dirigida por querer anexionarse una parte de Aragón por la via lenta de conceder la nacionalidad catalana a los aragoneses que así lo quieran solicitar, es abyecta y torpe, demuestra una falta de respeto a sus vecinos que debemos apuntar con la contundencia de los ofendidos, y necesitaría una respuesta contundente de todas las fuerzas aragonesas, sobre todo de las más cercanas al aragonesismo que pregonamos el respeto como primera condición de autoestima.
Aragón nunca ha querido depender de Cataluña, ni en todo ni en parte. Algunos de sus políticos más alabados ya han demostrado durante siglos y siguen demostrando durante las últimas décadas, qué tipo de relación tienen y quieren seguir teniendo con sus vecinos.
A Aragón no le interesa depender de Cataluña, y hay que decirlo con la determinación más contundente, y en la misma medida que deberíamos avisar que somos un territorio que sabe —y siempre quiere— respetar a sus vecinos y a lo que ellos representan.
Respetamos a Cataluña y a los catalanes, nos sentimos cercanos en la historia, en la cultura, en la sociedad y en nuestras relaciones sociológicas. Por eso mismo y por más, exigimos que se nos respete a nosotros, a todxs lox aragonesxs, con la misma forma con la que desde Aragón se entiende la relación con nuestra querida vecina Cataluña.
Aragón (casi) no quiere para nada la independencia de nadie, pero menos que eso todavía y a enorme distancia, convertirse en una dependencia hacia Cataluña. Se sabe el número bajísimo de aragoneses que quieren explorar la independencia de Aragón, y respetando claramente todas las opciones hay que decir que su número es tan bajísimo que resulta residual.
No es opción, entre otros motivos —que llenarían una gran lista— por uno tan simple como que (casi) nadie en Aragón quiere la independencia. Cerrado este asunto, nos queda algo tremendamente básico que debemos exigir por encima de todo. El respeto a Aragón, a su integridad, a su cultura y sociedad, a su Justicia e Historia, a sus aragoneses. Y cuando se quiere faltar al respeto, saltándose las normas básicas de la convivencia, Aragón debe responder con la misma contundencia, pero con la inteligencia política de las razones de sentido común.
Julio M. Puente Mateo