Aragón tiene varias vergüenzas visibles, dolorosas, tristes. Una de ellas es Canfranc. Son excesivos años reclamando simplemente lo lógico como para que no se nos haya convertido en un dolor crónico, y tal vez por eso soportable, olvidadizo, tristemente asumible. Un dolor poco dolor, nos llegamos a creer, cuando en realidad es parte del dolor de la muerte de Aragón.
Pasear por los edificios destrozados, semi cerrados, viendo abandono, pero sobre todo esqueletos de gran parte de nuestras historias económicas, muertas y corrompidas por culpa de muchos, da dolor. No hay que ser nacionalista para sentir asco. Simplemente con ser aragonés debería servir. Pero creo que muchos visitantes lo ven como un parque temático a la muerte territorial. O incluso ni eso
Hoy paseando por el cementerio de vías he sentido que Aragón no se merece esto. Lo he sentido pero por poco tiempo. En realidad nos lo merecemos pues si sumamos lo que hemos hecho como sociedad y restamos lo que han hecho unos pocos aragoneses que insisten e insisten en favor de Canfranc, debemos reconocer que sin ellos, todo el resto, hemos hecho mierda.