El urbanismo es mucho más que calles y asfalto, plazas y
parques. Es también personas y comercios, mobiliario urbano y cartelería,
lugares y sensaciones.
Zaragoza puede legislar sobre sus calles, hacerlas
peatonales o controlar su tráfico, pero hasta ahora ninguna ciudad ha logrado
legislar en profundidad para mantener comercios tradicionales, lugares que son
seña de identidad de las ciudades. ¿Cuanto hemos perdido en Zaragoza por no poder actuar para conservar lo que es personalidad? ¿cuantos NO zaragozanos asociaban a Zaragoza con El Tubo?
Nadie entendería Madrid hoy sin el Mercado San Miguel o la
chocolatería San Gines, como cuesta entender la Zaragoza actual sin La Reina de
las Tintas, el Belanche o el Coliseo Equitativa. Son o eran señas de identidad
urbana que configuran la personalidad de las ciudades.
Pero los poderes públicos no pueden hacer mucho sobre las
decisiones privadas, aunque su pérdida desfiguren la ciudad. O al menos todavía
no sabemos actuar para evitar la pérdida de valores urbanos pegados a nuestra
historia. Zaragoza ha perdido en sus últimas décadas muchos elementos de su
personalidad, mientras otros se mantienen solo con el impulso y el coraje de
sus propietarios. Cerró Buisán o Tupinamba de Alfonso I. Saldos Arias cerró hace
mucho como podría cerrar hoy otros ejemplos sin que nadie podamos hacer nada
por ello. Pasear por el centro de Zaragoza supone ver carteles de traspaso en algunas
insignias de nuestra Zaragoza.
Pero voy más allá. Cerró Los Espumosos del paseo
Independencia y se abrieron varios con el mismo nombre. Aunque en el cambio se
perdió el espíritu y la barra en herradura, el sabor y su comodidad, por mucho
que se haya mantenido la misma ensaladilla rusa. Cierras cines ancianos sin
poderlo evitar y nos abren franquicias de plástico. ¿No es eso perder urbanismo
con sello personal?
Las ciudades deberían intervenir en su personalidad
comercial, cuidar zonas céntricas que representan señas. Oasis, El Plata, el
Tubo, el Pasaje Palafox, el Ciclón, Casino Mercantil o las cafeterías con más
de una década asentadas en la ciudad. Se debería legislar para poder intervenir
en caso de peligro de desaparición de cierto comercio, mobiliario o arte
urbano, con ayudas que deberían sufragar las franquicias de nombre
internacional y los grandes Centros Comerciales. ¿Cuanto costó que volviera la
estatua del pastor con la oveja a su localización en el Matadero? ¿Tuvimos que
castigar a la rana del Mercado Central con el ostracismo y la oscuridad por no
ser originales a la hora de buscarle uso y situación? ¿Podríamos cuidar más
(todavía) el arte urbano del grafiti muy bien potenciado, buscando más lugares
fijos y respetados?