El bumerán del campo de fútbol. Juan Martín Expósito. Portavoz
de CHA en el Ayuntamiento de Zaragoza
De tapadillo e intentado evitar su publicidad, el gobierno municipal no ha
tenido más remedio que dar a conocer la sentencia firme del TSJA por la que
se anula toda la tramitación urbanística necesaria para construir el campo de
fútbol de San José, en la huerta de Miraflores. Este veredicto entierra el
plan parcial del 38/4 y, con él, el tercer proyecto de campo de fútbol para
Zaragoza. Esta sentencia es un desastre económico y político que mi grupo
político, desgraciadamente, ya anunció en 2008 que pasaría. PSOE, PP, PAR e
IU se empecinaron en llevar el campo a esta zona de la ciudad, redactando a
toda prisa un plan parcial que, tal y como hemos sabido ahora, contenía un
buen número de errores técnicos y jurídicos. La tramitación urbanística se
trufó de improvisación, velocidad y auténticos atropellos al buen sentido
urbanístico porque ¿cómo se puede tramitar un plan parcial para
albergar un campo de fútbol que ni se cita en el documento? Pero mas allá de
cuestiones urbanísticas, lo que cabe preguntarse es qué modelo urbano y de
participación pública hay detrás de edificar en la periferia urbana un campo
de fútbol de más de 40.000 asientos. También se podrán preguntar que quizás
esta operación especulativa fuera gestada al calor del ladrillo de aquella
época. Nada mas lejos de la realidad. Hace bien poco tiempo volvieron a
reafirmase ideológicamente en Pleno municipal, otra vez a la limón, aunque
ahora ya "solo" PSOE, PP e IU para votar en contra de la propuesta
de CHA para que el Ayuntamiento se olvidara de la macro operación de la
huerta de Miraflores. Los mismos que piden revisar el PGOU de Zaragoza, los
mismos que se llenan la boca al hablar de los barrios consolidados y de la
ciudad compacta, a todos ellos la situación económica, social y ahora
judicial, les ha puesto en su sitio.
Pero los que estaban en la foto del consenso para llevar a San José un campo
de fútbol de 110 millones de euros, miran para otro lado. Los que
boicotearon, directa o indirectamente, el proyecto de remodelación de la
actual Romareda, silban esperando que escampe. Hoy, gracias a todos estos,
Zaragoza no cuenta con un estadio en condiciones mientras la afición
zaragocista conjuga sus penas de la segunda división con un campo que se va
cayendo a trozos. Y, en estos momentos, ese es el mayor daño, el inmaterial,
el intangible que también hay que tener en cuenta.
La barbaridad empezó a perpetrarse en 2006 cuando un juez zaragozano, a
petición del PP y del PAR, decidió paralizar las obras de la construcción del
estadio sobre la actual Romareda. Consideró que la permuta de los suelos con
los que se iba a pagar el estadio (la misma que utilizaba la DGA y otras
instituciones para financiar sus proyectos) carecía de precio cierto. Es
decir, que el valor de los terrenos en un futuro podrían aumentar y que el
Ayuntamiento podría perder dinero. Visto con la perspectiva que da el paso
del tiempo es como una especie de enorme sarcasmo jurídico. ¿Quién ha perdido
económica y socialmente con el paso del tiempo? ¿Cuánto vale ahora? Desde
luego no los 70.000.000 € por los que una empresa se había comprometido a
ejecutar un campo de fútbol a cambio de un edificio de oficinas. Nunca
sabremos si esta decisión cautelar fue justa o no, porque el PSOE en lugar de
esperar a que el TSJA se pronunciara (llevaban más de tres años para
hacerlo), se sumó a la petición del PAR para que el Ayuntamiento abandonara
la causa. Quisieron dar carpetazo al asunto para evitar que se conociera cómo
y por qué se urdió todo, por lo que nunca podremos saber si el juez se
equivocó. Con el proyecto de llevar el estadio a San José, la ciudad renunció
a la oportunidad de construirlo en la Romareda sin coste para las arcas
públicas. Y ahora ¿qué tenemos? Una sentencia boomerang, una metáfora de los
tiempos que corren, en los que el cinismo y el mal hacer de unos cuantos ya
no pueden seguir metiendo goles. ¿O sí?
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