Puente de san
Nicolás de Bujaruelo, para Rafa y Ara Pola.
Es vuestro río, pero eres tú Ara…
Así de limpia…
Llega el
ferrojunio. El maestro Trasobares habrá de calarse las gafas de sol mucho antes
este verano. No apetece comer mucho. Así que con el gran café aragonés interrumpo
la serie “Alimentos Singulares” en este año que promete gazpacho de tomate de
pera o de sandía a partir de ya. Además, en julio también me pondré las gafas
de sol yo.
Pero antes,
debido a la conmemoración del Puente de Hierro, una de puentes. En nuestras
entradas han aparecido el Puente de Hierro, el de Gallur hermano y algunos
otros.
Es el momento
de tender puentes. Lo mismo a efectuar en ese PSOE a sumelzarse, con un previsible
enroque de Lambán que puede dificultar todavía más la gestión con Podemos de
verdaderas políticas de izquierdas en Aragón.
Que son las que demuestra CHA con
su gestión: volver a la denostada pero necesaria planificación, a la ordenación
del territorio que tan soberbiamente ha ejecutado Navarra con la potenciación
de sus cabeceras comarcales como sedes de industria globalizada, de industria
agroalimentaria y ciertos servicios cuaternarios en Tudela, Estella o Sangüesa
–aerogeneradores-. Y se siguen quejando…
Pero vayamos
con mi puente favorito de Aragón. Tejiendo puentes entre Gavarnie y el valle de
Broto, lugar más sencillo de paso que Bielsa en la historia, Bujaruelo es un
valle virgen soñado para cualquier país europeo en su occidente. Es el Berchtesgaden
aragonés, un nido de águilas. Un remanso de paz no ordesino.
El valle
contiene para vadear el Ara un puente de arcada románica pero de factura
popular, con argamasa de zaborros de río, sin pretil –mejor dicho, con pretil
de piedra apuntada como el bellísimo del puente de Zaragoza-. Junto con los
restos de San Nicolás, ambos nos evocan de una población-puente con cercanos
bosques-árbol de boj, buxaqueras.
No muy lejano
a esta población-paso de la que nada queda salvo un mesón sobre los cimientos
de su antiguo hospital, tan importante como Santa Cristina de Somport, el circo
de Gavarnie y una pista asfaltada muy practicable que culmina en la estación
del mismo nombre.
Rápidos del Ara, en dirección a otro
puente mítico. El Puente de los Navarros, acceso de Ordesa
La hospedería
la gestionaban los Hospitalarios, nada menos que la Orden de San Juan de
Jerusalén, Rodas y Malta. De la conexión Cinca abajo con Monzón hemos dado
buena cuenta.
Las aguas
heladas de la badina de Bujaruelo, el ibón de Estanés, las badinas de
Luesia o las fuentes de Tramacastilla en
Albarracín, son bautismos de hielo que todo aragonés debe practicar como si de
su Ganges en Benarés se tratara.
Para
espabilar y devolverle a Aragón algo más de rasmia por cada uno de nosotros. Nuestro
futuro depende de esos baños helados y de salir con fuerza y sin sopor de
bochorno.
17/06/2017 Luis Iribarren