8.7.17

¡Altru…! ¿qué? Vientres de alquiler

¿Maternidad subrogada?, ¿maternidad por sustitución? Hay que llamarlo por su nombre, “vientres de alquiler”. Una vez abierto el debate hay que poner el foco de este artículo en una de las caras de este complejo poliedro: el “supuesto altruismo” de las mujeres, que forma ya parte de un nuevo ejemplo de las desigualdades sociales. Existe un “grupo de personas” muy interesadas en que las mujeres “jóvenes y sanas” quieran gestar para “ese grupo”, pero ¿de verdad alguien cree que habrá mujeres interesadas en traer hijos al mundo como un mero pasatiempo, sin mediar retribución económica alguna? Los realmente interesados son “los padres de intención”.

En ningún caso estamos hablando de una práctica de reproducción asistida, ya que se necesita de una mujer para hacer de incubadora durante nueve meses y eso sin hablar del parto y de todo lo que significa para una mujer, “parirás con el sudor de la de enfrente”. Si analizamos el proceso vemos que el deseo de paternidad solo está en una parte, no en las mujeres gestantes, así que regular este proceso mediante leyes específicas solo es, y así hay que denominarlo, “la primera fase de la mercantilización”.

Ser padre es un deseo, pero no un derecho y el debate se quiere generar desde los derechos de unos, sin tener en cuenta, en lo más mínimo, los derechos de las mujeres ni de los niños. Todo ello nos ha llevado a una fase donde se ha generado la sensación y la necesidad de la urgencia en legislar, como si no hubiera normativa al respecto, que sí la hay, y a fecha de hoy en todo el Estado español no está permitida la compra de los vientres de alquiler. Hablan, los que los apoyan, de la regulación como si fuera la panacea y la respuesta, pero la regulación actual sirve y no lo permite. En definitiva de lo que se habla es de otro tipo de regulación, la que abre la puerta al mercadeo con el cuerpo y los derechos de las mujeres.

La piedra angular de su argumentación es el supuesto altruismo que se pide a las mujeres. Los datos demuestran otra realidad: aquellos países donde la gestación subrogada, de carácter altruista, ya es legal comprobamos que realmente para lo que sirve es para “abrir la puerta al mercado de mujeres”. Cuando los llamados “padres de intención” no encuentran donantes, la solución es sencilla: recurren al comercio internacional.

Pongamos un ejemplo claro. La maternidad subrogada altruista es legal en el Reino Unido  desde 1985, pero curiosamente es el país europeo con mayor índice de vientres de alquiler contratados en el extranjero. La ventaja de esta modificación legislativa, y que se pretende aplicar ahora aquí, es que puedes acudir al mercado reproductivo internacional con la seguridad de que cuando vuelvas podrás registrar, sin problema legal alguno, a ese menor, ya que la práctica está permitida. De esta forma legalizar el altruismo en los países ricos favorece el mercado de mujeres que se llevará a cabo en los países pobres.

Por otro lado  hay que destacar un aspecto que pasa desapercibido en todo este debate abierto. Mientras se nos exige a las mujeres ese altruismo, se nos reclama que nuestra capacidad reproductiva se ponga al servicio de la comunidad de los “padres de intención”, privilegiados económicos a los que no se les exige nada, absolutamente nada, porque ni siquiera pasan por el proceso de idoneidad, proceso por el que sí pasan las parejas que quieren adoptar. Solo tienen que pagar, neoliberalismo puro y duro.

Y con todos estos argumentos sociales y legales expuestos nos es imposible admitir que el cuerpo de las mujeres ni esté, ni pueda estar nunca, sujeto a ningún tipo de contrato. Tergiversar la palabra altruismo forma parte de la post-verdad que impregna, manchando de falta de dignidad,  la actualidad política y social.

Josefina Musulén