¿Maternidad
subrogada?, ¿maternidad por sustitución? Hay que llamarlo por su nombre, “vientres
de alquiler”. Una vez abierto el debate hay que poner el foco de este artículo
en una de las caras de este complejo poliedro: el “supuesto altruismo” de las
mujeres, que forma ya parte de un nuevo ejemplo de las desigualdades sociales. Existe
un “grupo de personas” muy interesadas en que las mujeres “jóvenes y sanas” quieran
gestar para “ese grupo”, pero ¿de verdad alguien cree que habrá mujeres
interesadas en traer hijos al mundo como un mero pasatiempo, sin mediar
retribución económica alguna? Los realmente interesados son “los padres de
intención”.
En ningún
caso estamos hablando de una práctica de reproducción asistida, ya que se
necesita de una mujer para hacer de incubadora durante nueve meses y eso sin
hablar del parto y de todo lo que significa para una mujer, “parirás con el
sudor de la de enfrente”. Si analizamos el proceso vemos que el deseo de
paternidad solo está en una parte, no en las mujeres gestantes, así que regular
este proceso mediante leyes específicas solo es, y así hay que denominarlo, “la
primera fase de la mercantilización”.
Ser padre
es un deseo, pero no un derecho y el debate se quiere generar desde los
derechos de unos, sin tener en cuenta, en lo más mínimo, los derechos de las
mujeres ni de los niños. Todo ello nos ha llevado a una fase donde se ha
generado la sensación y la necesidad de la urgencia en legislar, como si no hubiera
normativa al respecto, que sí la hay, y a fecha de hoy en todo el Estado
español no está permitida la compra de los vientres de alquiler. Hablan, los
que los apoyan, de la regulación como si fuera la panacea y la respuesta, pero
la regulación actual sirve y no lo permite. En definitiva de lo que se habla es
de otro tipo de regulación, la que abre la puerta al mercadeo con el cuerpo y
los derechos de las mujeres.
La piedra
angular de su argumentación es el supuesto altruismo que se pide a las mujeres.
Los datos demuestran otra realidad: aquellos países donde la gestación subrogada,
de carácter altruista, ya es legal comprobamos que realmente para lo que sirve es para “abrir la
puerta al mercado de mujeres”. Cuando los llamados “padres de intención” no
encuentran donantes, la solución es sencilla: recurren al comercio
internacional.
Pongamos un ejemplo claro. La maternidad
subrogada altruista es legal en el Reino Unido desde 1985, pero curiosamente es el país
europeo con mayor índice de vientres de alquiler contratados en el extranjero. La
ventaja de esta modificación legislativa, y que se pretende aplicar ahora aquí,
es que puedes acudir al mercado reproductivo
internacional con la seguridad de que cuando vuelvas podrás registrar, sin
problema legal alguno, a ese menor, ya que la práctica está
permitida. De esta forma legalizar el altruismo en los países ricos favorece el
mercado de mujeres que se llevará a cabo en los países pobres.
Por otro lado
hay que destacar un aspecto que pasa desapercibido en todo este debate
abierto. Mientras se nos exige a las mujeres ese altruismo, se nos reclama que nuestra
capacidad reproductiva se ponga al servicio de la comunidad de los “padres de
intención”, privilegiados económicos a los que no se les exige nada,
absolutamente nada, porque ni siquiera pasan por el proceso de idoneidad,
proceso por el que sí pasan las parejas que quieren adoptar. Solo tienen que
pagar, neoliberalismo puro y duro.
Y con todos estos argumentos sociales y legales
expuestos nos es imposible admitir que el cuerpo de las mujeres ni esté, ni pueda
estar nunca, sujeto a ningún tipo de contrato. Tergiversar la palabra altruismo
forma parte de la post-verdad que impregna, manchando de falta de dignidad, la actualidad política y social.