Recientemente, a la vuelta de Cerdeña-Aragón Este,
estuve paseando por Barcelona. A la ida salí de Girona, lo que tiene otra
entrada. Visité mis edificios fetiche desde Gracia,
generalmente de Puig i Cadafalch: el arquitecto barcelonés pragmático, sobrio pero
gran artesano, que tradujo el pensamiento de Gaudí, caro de mantener como
Calatrava, a alta arquitectura funcional. El arquitecto equivalente a Navarro
el de nuestro Mercado Central.
También volví a disfrutar del Mercat Santa Caterina
de los “aragoneses” Miralles y Benedetta Tagliabue. Tuve que refugiarme del
aluvión crucerista para echar el vermú y comer –aunque fue fusión- en los
icebergs de Sant Pere mes Alt y mes Baix.
Del que también me libré rodeado de ellos haciendo
un viaje al pasado a través de ese extraño-momento incisión torturador del
Barri Gotic que es la española Via Laietana que nadie mira. Donde Durruti
plantó su cuartel general, cerca del Hotel Suizo que frecuentaba. Donde después
se torturó por hablar en catalán en la intimidad por el Tribunal de Orden
Público. Calle a arrasar por los casanovistas, es una cicatriz de recuerdo del
insolente y siempre paleto nacionalismo español.
Volviendo al Born y al Raval, me solacé en los oasis
de vida generados por los rincones expropiados o reconquistados para uso
público por el binomio Maragall y el arquitecto Oriol Bohigas, al frente del
urbanismo barcelonés. Momento originario de la primera Barcelona activa.
Ideas de los 80 provenientes de un Ayuntamiento
verdaderamente social y unificado, que toda España ha copiado sin el ambiente
condal correspondiente. Evidentemente, el Estado de entonces empujó mucho
invirtiendo y Barcelona, en parte por desgracia, dejó de ser una ciudad
industrial manchesteriana y charnega. Adiós al mundo de Marsé, lo que ha venido
no lo puede narrar nadie por tan descafeinado.
Volviendo al urbanismo –origen de Esto no es un
Solar- ante la perspectiva de la pervivencia de la legislación de alquileres de
renta antigua que impedía “mover el dinero” en la ciudad consolidada, pero con
negocios y ocupantes que han dotado de vida a estos barrios que los
apartamentos turísticos están cercenando, Bohigas creyó en la importancia de insuflar
excepciones como el MACBA y Passeig del Born o Rabal –plan mercados- a pequeña
escala. Actuar en esquinas, en edificios ruinosos, generando orgullo y ciudad. Barcelona,
ponte guapa.
Ahora es una ciudad con un diseño mejorado por
Berlín. Estática, un decorado para cruceros como la Catedral de Palma. Tiene
más interés darse una vuelta por la Badalona de Jorge Javier Vázquez, real
life.
La otra gran contribución de Bohigas también la
hemos padecido –esta vez no disfrutado- en Zaragoza. Es la teoría de los
distintos espacios de centralidad urbanos. La idea Tokyo o Los Ángeles.
Aprovechar nuevas estaciones de ferrocarril, estadios, terrenos ganados en las
rondas de Dalt, el nuevo campo del Espanyol o el distrito 23@ y Poble Sec, para
generar ciudad moderna. La idea Milla Digital de Belloch.
En realidad es Hausmann o Cerdá, es intervenir en
puntos degradados y baratos que revaloricen maduros barrios obreros, para redotar
de gente joven y pulso lugares como San José o Delicias. Nos suena… Pero la
realidad es Arcosur.
Estación Delicias, bellísima, icónica,
preparada para contener un duty free como Sants, que hubiera destruido Durruti
sin titubear. El templo de los mercaderes y el servicio público. El resultado
es frío y desgarbado, como el de todo su entorno.
Sin embargo, antes de la salida del AVE me di una
vuelta por la Brasilia barcelonesa, el entorno de la estación de Sants, territorio
Núñez i Navarro –el padre de Maradona-.
La conclusión visual al margen de la fusión de
estilos es reveladora. Ni siquiera Barcelona ha podido colmatar con criterio el
entorno de la estación de Sants ni la Meridiana-Sagrera. Allí siguen el Clot y
la Verneda como cicatrices de protección oficial que afean perspectivas,
difíciles de expropiar…
Pedir que la actividad económica de Zaragoza llene
de contenido la Estación de Delicias o el entorno del Príncipe Felipe cuando es
una ciudad extensa –la idea de Barcelona obedece a sus estrechos límites
geográficos y su realidad metropolitana- da idea del estrepitoso fracaso del
urbanismo zaragozano, trasplantando ideas de Bohigas contra natura. Él no lo
hubiera hecho aquí.
Está claro que Puerto Venecia ha terminado con
Continente-Enlaces, Pla-Za imperial –modificación prevaricatoria- y casi con
GranCasa. Está claro que ninguna centralidad se ha creado en el Príncipe Felipe
en todos estos años, más allá del uso bien dado al entorno de la Plaza
Utrillas. Pero no son proyectos de ciudad, no alcanzan por dimensión.
El barrio AVE o la milla Digital no han mejorado la
conectividad social entre Delicias y Almozara que siempre miran al centro. No
lo veremos terminado, ni la manzana de la antigua estación Delicias lleva camino
de tener nunca sentido.
26-07 Luis Iribarren