2.7.17

Bares singulares de Aragón: Viviana y Narvik. Jaca y Sabiñánigo

Bares singulares de Aragón 2: Viviana en Jaca y Narvik en Sabiñánigo

Al alimón. Dado que los valles del Aragón y Alto Gállego se conforman y comportan como una conurbación comarcal, del mismo modo que el eje Somontano-Cinca Medio-Litera.
En el primero, por motivos obvios de altura pero no tan obvios de explotaciones, hay un ligero desequilibrio por sectores, dado que somos comerciantes y mantenedores pero industria agroalimentaria hay poca. Además, casi ya no existen rebaños ni mataderos. 

Aunque todo vuelve, y el semillero de empresas de Adecuara, los vinos de altura de Biescas y pacharán y cerveza chesos, los embutidos artesanos de Berdún… empiezan a demostrar lo contrario.

El resto ya les gustaría al resto de conjuntos comarcales aragoneses: buen ocio y cultura, importante afluencia turística, buenos servicios públicos y privados, complementados por gran industria en Sabiñánigo. En 14 kilómetros, tenemos el mismo ambiente que pueda haber en Zaragoza si mezclamos el distrito Universidad y Torrero.


Sabiñánigo: ciudad fosforera y pueblo-travesía. En la calle Serrablo, detrás de su centro neurálgico: la estación de ferrocarril, sigue plantando fuerte el Narvik. Precioso nombre con reminiscencias evocadoras del frío pirenaico: gran ciudad noruega más cercana al Círculo Polar Ártico.
Pero Jacetania y Alto Gállego somos tierras de acogida. Nival y canicular. Representamos algo así, a escala estatal, a los balnearios de Bohemia o la Selva Negra. Hemos recibido siempre un turismo cultivado y elegante, San Sebastián de la montaña.

Por eso tenemos tanta colonia europea, particularmente inglesa. Esa colonia fue en su momento bastante hippy. Ya dedicamos una sección a la escuela de pintura internacional de Berdún y sus fundadores, Peter Rich y John Boucher.

Esta colonia internacional, en los años 70, se reunía en el psicodélico Bar Viviana de Jaca. Ubicado junto a la Torre de la Cárcel, sigue teniendo un precioso patio donde tomar la fresca y un espacio cuadrado amplísimo pintado con colores estridentes y bandas curvas de película de Bond, cuando 007 eran don Sean Connery y don David Niven.

Después llegó la calle Bellido, como si de un Tubo oscense o un Rollo zaragozano se tratara, con la Bicicleta poniendo muy buena música funk y de baile. Pero entrar en el Viviana era hacer un viaje sin dinero a London, otro bar jaqués impagable, concretamente a Penny Lane.
Imagen histórica de la Torre de la Cárcel, plaza la Cadena de Jaca. En su trasera y a su sombra medieval, el Viviana.

Para matizar tanta presencia militar, tanto comercio, tanto inglés y visitante estacional… el Narvik de Sabiñánigo. Esa ciudad industrial en crisis en los 80, con más rock que glamour, se decantó desde los primeros ayuntamientos democráticos a crear tejido social –Amigos del Serrablo, Edelweiss, apuesta musical por un gran conservatorio…- y a dejar de mirar a Jaca en materia de ocio.

Ambas complementarias y no excluyentes, el Narvik de la segunda ofrecía ese momento Leño y Rosendo, ese sentir heavy tan próximo al ambiente de Sangüesa, Alsasua o Navarrería en Pamplona… Un lugar de ocio donde bajaba todo el Valle de Tena y se generaba un ambiente de disfrute muy relajado y humano del after punk.

No hace mucho tiempo volví al Narvik y la canción más nueva que pusieron era del año 89. Por cierto, estaba lleno de gente de menos de 35 años. Me regalaron una jam session sin saberlo de los Christians, Everything but the Girl y maravillosa música elegante british. En un segundo bar de Sabi, tenían puesto en la tele como si de un Madrid-Barsa se tratara un concierto en directo del elegantísimo Rod Stewart.

¿De verdad que puede concentrarse tanta cultura musical en Zaragoza, donde todo cambia tanto y hay tribus urbanas?

Jaca y Sabiñánigo demuestran un precioso cosmopolitismo a 10 minutos en estos dos puntos de encuentro. Para el deleite tranquilo y disfrute musical.


23/06/2017 Luis Iribarren