Estas
palabras que os dejo más abajo fueron escritas en el año 1976 por el veterano secretario de la IFC,
Antonio Serrano Montalvo en su libro “Notas sobre el espíritu y estilo de
Zaragoza”. ¿Hemos cambiado algo en estos 37 años trascurridos desde entonces?
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El
zaragozano no es un aficionado de su ciudad, no tiene admiración por ella y es difícil hacerle decir palabras de elogio hacia Zaragoza.
Tiene poca fe
en ella, de lo que hace bien y cumple su papel en la Historia con dignidad y en
ocasiones con grandeza.
El zaragozano
padece el mal existencialista de sentirse “echado” en Zaragoza, en la que tiene
que morir.
Esta poca fe
se encuentra teñida de la timidez de aparecer como apasionado por su ciudad,
como un enamorado de ella.