8.12.17

La calle de la poetisa que no gusta a Rajoy, y la del poeta que no escribía poesía

“He vivido muchos años al lado de la Escuela Naval de Marín, en la calle Salvador Moreno. Ahora no sé porqué, le han quitado el nombre a la calle; yo le sigo llamando así”, espetó el actual Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Dicha calle hoy se llama Rosalía de Castro, una de las más insignes poetisas en lengua castellana y gallega, cumbre de la poesía del s. XIX, pero el Presidente de España prefiere seguir nombrando esa calle con la denominación anterior, que recuerda a un fascista, un peligroso genocida que bombardeó impunemente desde el acorazado Canarias a 100.000 civiles desarmados que huían de Málaga a Almería en 1937, tras rendir la primera ciudad, en uno de los episodios más cruentos de cuantos se vivieron de ataques a inocentes desde las filas fascistas y nazis en la Guerra Civil Española. Ya en el inicio de la guerra este genocida había protagonizado una atrocidad parecida contra la población civil en Gijón, Alicante y el puerto de Barcelona.

 Rajoy, que se dice tan defensor de la legalidad, se declara insumiso a la llamada Ley de Memoria Histórica (que ampara el cambio de nombre en el callejero pontevedrés) y al acuerdo, válidamente adoptado, del Ayuntamiento democrático de la localidad, competente en la materia y que goza de autonomía local. Seguramente, no sabe quién fue Rosalía de Castro ni, por supuesto, habrá leído poesía alguna de la autora, en otro caso, reconocería que bien merece una calle.

 Rajoy prefiere el fascista genocida a la poetisa romántica. Y ante eso, no hay norma que valga.

 En Zaragoza también se cambiaron algunas calles de franquistas, entre otras, la del carlista Jesús Comín (hoy, Héroes del Silencio), que organizó los requetés aragoneses que fueron fundamentales en la represión fascista en la Ciudad. Su hijo, Alfonso Carlos Comín Ros, fue católico, pero comunista del PSUC y luchador antifranquista, como recuerda la recomendable exposición “Dicen que hay tierras al Este. Vínculos históricos entre Aragón y Catalunya. Siglos XVIII-XX”, que se exhibe en el Palacio de Sástago.

 Durante tres décadas convivieron en el callejero padre e hijo, carlista y antifranquista. No parece fácil que convivan en el callejero el antifranquista y su hijo, Toni Comín, exconseller de ERC del Gobierno de Puigdemont. Toni, siguiendo la tradición familiar, también se declara católico (aunque reconocido homosexual) y hoy anda por Bruselas tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución.

 Pero volvamos a Alfonso Carlos Comín Ros. Cuando se urbanizó el entorno del Parque Castillo Palomar (1980), la ciudad de Zaragoza dedicó una calle a un poeta, gallego como Rosalía, denominándola “Poeta Celso Emilio Ferreiro” y, junto a ella, otra denominándola “Poeta Alfonso Carlos Comín Ros”, aunque no consta ni se conoce poesía alguna de Comín Ros, ni a tal destreza imaginaria debe el reconocimiento del callejero zaragozano.

 Cuentan las crónicas que el Alcalde Sainz de Varanda, hombre bastante más culto que Rajoy, enmudeció de vergüenza al ver la placa en la calle con la denominación de “poeta” al luchador por la democracia, pero en ese acto decidieron dejarla así.

 ¡Qué mejor que ser denominado como poeta para la posteridad!..... aunque no lo seas, debieron pensar.

 Jorge Marqueta Escuer.