Inicié la serie de árboles, reflexión contra banderas por ser ellos la
mía, con mi árbol de la ciencia, el árbol de mi educación que avistaba cuando
subía al Instituto: el pino de San Juan de la Peña. Volví a revisitarlo el
último fin de semana cuando estuve en el grupo de viviendas Alférez Rojas del
Picarral, y antes estuve buscando un
bello ejemplar de cedro libanés que había en la intersección de Valle de
Broto-San Juan de la Peña. Ha sido talado por McDonalds Corporation.
Termino la serie con una humilde almendrera comunal de Berdún, de la
carretera de Martes-Martiés-el pueblo de la villa de Marte, el planeta… La
gente se ríe con el nombre, pero es que etimológicamente comparten origen
pueblo y día de la semana. Es el lugar desde donde mejor se divisa mi pueblo
contra la Canal norte nevada. Un paseo perfecto de solano invernal. Aunque
pongo preciosa estampa contraria, vista desde el oeste, con chargas y artos.
Tuve la oportunidad de inmortalizar una de las almendreras comunales
que allí se plantaron y también un escaramujo-tapaculos, señor del valle del
Aragón, campos verde-marrón solo con 4 litros de lluvia a la altura de las
antiguas garnachas centenarias de Berdún en Salamundano, y que asimismo vamos a
compartir. La segunda huerta de Berdún, la primera en calidad la del río Veral,
era una despensa de uvas, almendras, manzanas y membrillos para Jaca y Ansó,
producción truncada por la generalización de los camiones que rompieron ese
mercado local que se quiere ahora recuperar de frutas y verduras.
Visité estos términos tras una crucial conversación tomando un cortado
en el bar de abajo de Berdún. Entorno a que las trufas y truferas son un ignoto
mundo irregular que da y quita producción, que pocos en Huesca controlan, se
rieguen o no. Les afecta cualquier cosa, la falta de frío, la falta de lluvia,
mucho más su exceso…
Y sobre que parece, porque se han producido conversaciones, que viene
para quedarse otra moda de producción en altura que podría generar empleo. A
semejanza del altiplano del Jiloca, caben cultivos de manzanera dura, crujiente
y sabrosa en el Prepirineo oscense.
Conversé con muy experimentados agricultores de la Canal de otras generaciones sobre que si se darían bien. Concluyeron sin dudar que sí, pero que los frutales en altura necesitan suelos pobres que drenen bien el agua, sobre que el principal enemigo de los árboles es el exceso de humedad y los hongos. Berdún es abundante en tierra roya o de mallacán pero hay que llevar allí agua. Porque los árboles han de regarse un poco y tener los campos que se elijan infraestructuras de goteo para que subsistan.
Luego está que, como en el caso de las carrascas micorrizadas, hay que
comprar unos arbolitos-manzano con raíz a multinacionales que los producen, y
que necesitan fitosanitarios y abonos casualmente por ellas producidos. Que
solo duran 12 años.
Contra estas aberraciones botánicas de donde proviene toda la fruta
que comemos, en un año enormemente seco, algunas almendreras, melocotoneros de
fruto pequeño y, sobre todo, membrilleras han dado una excelente, fragante y
abundante producción. Ironías o no… Se trata de árboles plantados hace dos
generaciones. Sin embargo, estos agricultores me comentaron que árboles
comprados de vivero este año no han producido nada.
Todos los árboles antiguos y ahora silvestres son injertos hechos por
los abuelos siempre con pie de arto, apellido abundante en la zona como Arto y
como Artaso, que no es sino un azufaifo de Túnez, también llamado gingol, y que
no son otra cosa sino una rosera silvestre que alguna propiedad fitosanitaria
natural tendrán cuando se plantan en los fines de ría de vid en Somontano.
Me emocionó mucho constatarlo y este es el fin de mi parábola y de
toda la serie de árboles aragoneses correspondientes a este año: terminamos con
un arbusto no monumental y unas almendreras que nadie cuida… Pero un arbusto
bellísimo y humilde necesario como pie para que en tiempos duros y difíciles,
sus injertos frutales superiores tengan toda el agua que las raíces de los
artos, como las higueras y vides, pueden y saben buscar.
Así que la raíz dura y la historia
vivida se deben comportar igual en todos nosotros, aragoneses o visitantes con
origen aragonés, y en quienes hemos adoptado porque nos han elegido para morar.
Que tienen que hacer Zaragoza y Aragón
porque así lo sienten, porque están bien apoyados como un zahorí y notan abajo
una corriente de respeto pero que les genera obligaciones y no solo derechos,
obligaciones con el bellísimo territorio que les ha tocado en suerte, donde
comer ha sido un milagro.
Tenemos que injertar raíz
de arto, humildad en la resistencia, y no aplicar fórmula alguna estandarizada
sociológica. Son patentes
rápidas y aparentemente efectivas, brillan y dan a corto plazo, pero luego se
muere o se seca el árbol, quitamos a la belleza siempre efímera capacidad de
adaptación y lo terminamos pagando.
En comida y en
convivencia peores.
19/12 Luis Iribarren