La ciudad de Madrid ha trasladado esta semana su cultura a México ciudad, en un trabajo de divulgación digno de copiar. Zaragoza como Gran Ciudad dispone y disponemos todxs lxs zaragozanxs de un trabajo cultural y artístico que no siempre sabemos valorar, o muchas veces nos pasa desapercibido, cuando en ocasiones y sucede todos los años en varias situaciones, sus representaciones culturales o artísticas (sobre todo plásticas) están a la altura de Madrid, Bilbao, o Berlín, o incluso New York que podría parecernos la capital de la cultura moderna. Y os puedo asegurar que Zaragoza, a veces, no desmerece en nada a estas ciudades. No así en eventos musicales, conciertos o representaciones teatrales, donde flojeamos entre un poco y un mucho, según especialidades.
Pero si bien todas las ciudades que en nuestro Estado trabajan la cultura o el arte tienen un icono sobre el que hacer palanca, en Zaragoza o en Aragón, no tenemos ninguno con suficiente peso para que traspase nuestras fronteras. Admitiendo que tenerlo tampoco supone el éxito de las políticas culturales, que se deben basar en otros criterios ajenos a la mercantilización del producto final.
Pero ayuda tener una “marca” cultural determinada, para que se creen sinergias que tiren de la totalidad de la cultura. Como escaparate, como vivero, como caldo de cultivo.
Málaga con su Festival de Cine y sus nuevos museos internacionales lo tiene, además de disponer de Picasso. En Barcelona Gaudí y Picasso marcan con sus trabajos una forma de pivotar la cultura y el arte. San Sebastián y su festival de cine o Bilbao con el Guggenheim saben hacerlo muy bien, como lo hace Valencia con su IVAM y su Ciudad de las Artes. Sevilla es la capital del flamenco como Granada sabe sacar rendimiento excelente a su historia árabe. Madrid ciudad de Museos.
La Coruña sería entre las grandes ciudades, el ejemplo más parecido a Zaragoza, con suficientes pequeñas actividades culturales y artísticas, pero sin un hilo conductor claro, contundente. Aunque la gastronomía palía en parte esa falta de consistencia, que empiezan a edificar muy bien las cercanas Vitoria o Pamplona.
¿Y Zaragoza qué…?
Movemos festivales de cine, hacemos buenos festivales de Jazz o de música alternativa, antigua, folclórica o etnológica, tenemos exposiciones puntuales de un gran valor y calidad, disponemos de un Goya, Buñuel, Serrano o Gargallo, pero poco utilizados y menos todavía puestos en ese lugar del "valor de excelencia".
Tenemos suficientes edificios y espacios muy útiles pero poco promocionados, y sobre todo creo que nos falta un hilo conductor de todo el gran trabajo cultural que se hace en Aragón.
Somos capaces de mover decenas cuando no centeneres actividades culturales “pequeñas” pero no sabemos lograr sobresalir. Y Zaragoza vuelvo a repetirlo, es una Gran Ciudad.
Puede parece una bobería en estos tiempos de crisis económica, aspirar a montar un gran evento fijo de carácter internacional, pero es que Zaragoza, y Aragón con ella, deben salir ya de su espacio para crear todo lo contrario a lo que se entiende como cultura real.
Crear posibilidades de utilización de la cultura
para poder crear más y mejor cultura.
Los creadores deben (tienen) que estar en contra de esta idea (la de "utilizar" la Cultura), pero los gestores se encuentran muchos veces que sin rentabilidad en unas cestas no es posible explorar en otras cestas más osadas.
En el mundo globalizado y líquido en el que ya vivimos, quien no se mueve se hunde. Hay que estar, y deberíamos empezar por analizar qué se hace en Aragón, ponerlo sobre un estudio de sinergias y valores, de costes y oportunidades para crecer, y sacar conclusiones de futuro.
Trabajar seleccionando, eligiendo metas consensuadas a medio plazo, que sirvan para edificar “Marca” de cultura de futuro.
Hoy la cultura tiene muchas posibilidades de expansión sin casi costes añadidos, de una libertad creativa que se multiplica con poco esfuerzo a poco que se abran puertas o ventanas, pero incluso en esos casos es inevitable hablar de la multiplicación de la cultura “con ayuda”.
Sabemos que la cultura no se debe dirigir ni tan siquiera para hacerla mejor, pero también sabemos que es un vehículo de entretenimiento, de crecimiento personal e incluso de felicidad. Y hay que elegir hasta donde se debe influir desde la política, en el crecimiento personal de nuestros ciudadanos.
Julio Puente