Me siento como aragonés humillado. Harto de seguir comiendo del menú del día cuando veo a los vascos y canarios comer a la carta, cuanto quieren y lo que quieren, sea cual sea el gobierno de turno.
El gobierno del PP azuzó el fuego del agravio comparativo cuando Zapatero tuvo que comprar a precio de oro el apoyo del PNV y de Coalición Canaria. Lo mismo que acaba de firmar ahora Mariano Rajoy.
La luz y taquígrafos que pedía el PP al pacto del PSOE con PNV y CC, se lo exige ahora el PSOE. ¿Para qué?
Mientras los aragoneses vemos pasar las dádivas a otros territorios, en Aragón nos quedamos sin inversiones básicas como el tren o las carreteras, aunque intenten tapar las vergüenzas a base de parches.
Pero mientras tanto, los vascos se llevarán por delante 2.000 millones de euros más otros 1.400 millones en concepto de atrasos.
Me siento agraviado por los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE que hacen del agravio comparativo su moneda de cambio para seguir en el poder.
Me siento agraviado por mis propios vecinos aragoneses, en esa tendencia habitual inmovilista de seguir apoyando a partidos mayoritarios, sólo porque "sean de su cuerda", aunque ésta les ahorque.
A cambio ignoramos a los nuestros, por esa falta de credibilidad y autoestima por todo cuanto nos representa. En este juego democrático, con cartas marcadas, siempre ganan los mismos.
¿Qué precio pondrá Pedro Quevedo, único diputado de Nueva Canaria para dar su voto a la aprobación definitiva de los presupuestos del Gobierno del PP?
Como soñar no cuesta dinero, imagino en su lugar un representante de un partido de ámbito aragonés. Seguro que otro gallo nos cantaría.
Y…, no sé por qué…, me viene a la cabeza la frase con la que los Reyes de Aragón debían jurar su cargo: “Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros Fueros y Libertades (y Hacienda, añadiría yo); y si no, no”. Pues eso.