La costa de
Terceira en Azores presenta en su lado norte un escarpado paisaje similar a la
Geria. Dando lugar a un milagro, la plantación de cepas blancas de laderas
volcánicas próximas al mar. Parecido al milagro de la subsistencia de la vid en
los altiplanos de Calatayud y Daroca y las recientes heladas a la floración.
Esa vendimia tardana que se está abandonando artificialmente.
Sin
suficiente luz, Azores culpable de las heladas aragonesas por su ciclogénesis
permanente, contiene insólitas fincas con parras de verdejo o malvasía,
protegidas de los vientos por paredes de basalto. Cepa por cepa. Cercanas al
nivel del mar, generan un mar y montaña real, histórico, síntesis del
conocimiento humano.
A su vez,
cada parcela contiene piedras pómez para retener el poco sol que hay y así
poderse madurar esa uva que da lugar a un vino tropical con sabor muy ligero a
plátano y ahumado. Es un Rueda pálido que cambia el sabor a manzanilla y
tomillo por laurel y humo.
En este singular rincón del mundo tuve la oportunidad de visitar un orgulloso museo. Según su propietario, descendiente de la familia Brum –apellido montañés oscense, desde Graus a Ansó con "n" final-, su museo no es del vino de Azores. Sino el único que él y yo conocemos entorno a la viña.
El orgulloso
descendiente del Mayflower terceiro me ilustró y aclaró que el vino que
producen, delicadísimo el encabezado, no es ya comercial. Que el origen de su
producción era venderlo a las carabelas que paraban en Azores. Que la vid chupa
agua subterránea que discurre desde las cumbres volcánicas, increíble descenso
a los avernos de raíces de higuera y vid, atravesando coladas y grutas
volcánicas.
El museo
también contenía imágenes de la anterior producción principal de Azores. La
industria ballenera auto gestionada por pescadores de las islas, de Terranova y
también vascos.
Un resumen de cómo las dos principales actividades están en desuso. Pese a ser patrimonio de la humanidad el cultivo de vino en Pico, pese a que los japoneses esquilman el mar de cetáceos por motivos de investigación.
Fue emocionante
cuando dijo que no había cobrado subvención alguna por mantener el legado de su
familia porque, palabras textuales, la “Unión Europea sólo subvenciona nuevos
proyectos, nunca respetuosos con la historia”.
Todo nuestro
medio rural que se vacía, sin embargo, presenta un indudable, mezquino,
oportunista y con igual diseño aspecto. El nulo respeto por la tradición se
vuelve en contra, al no poderse generar ese espacio singular que te hace
competitivo.
02/05 Luis Iribarren