2.4.17

Fin de un icono desde la Zaragoza de los 80: Licenciado Vidriera.



Dedicado a Jorge y Silvia Marqueta. No era santo de mi devoción el garito, por proponer casi siempre música que me aportaba poco a gran volumen y por volver constantemente a los 80. Si en Zaragoza algo gusta es que… vende… (ciao, Raffaela).

A diferencia de Jorge, a mí los 80 salvo excepciones de “Nueva Ola” ó el maestro Mauricio Aznar y casi cantautores –la trinidad Auserón, Antonio Vega, Alaska-más Canut en música de baile-, me parece una época donde todo valía, excesivamente barroca y prefiero manifestaciones musicales anteriores y posteriores. Otra cosa es nuestra noche en los 80, maestro. Aunque nuestra querida Silvia a los 90 sea debida.

De antes, me emocionan más  Rosendo y su proyecto Leño (tan valorados en los siameses Monzón-Sabiñánigo) y los Sírex –a los que nunca he visto en directo-.

De después cualquier cosa que beba en las fuentes de los Who o la Creedence, como Nirvana y Oasis. Me tocan la fibra los Planetas o los Elefantes y Omega me parece un monumento musical. También me gustan mucho Love of Lesbian. Grupos inquietantes, con melodías facilonas chicle y guitarras desgarradas grunge detrás. En fin, me llevo mejor con la gente de 40 años que con mi generación.

Dicho esto, ha cerrado el Licenciado Vidriera. Sé lo que representó para muchos amigos que se tomaban en él la primera copa, yo esperando a demarrar para ir a oír el primer Coldplay a la Recogida y música todavía más experimental a la Pianola… Sigo haciéndolo a mucha honra, como un veterano de guerra de Vietnam. Por eso me molesta un poco el tonillo gafapasta de la calle Espoz y Mina, de sabihondillo que yo ya tengo sin que nadie me anime. Ahora estoy de moda, por sabihondo y hipster avant la lettre…


Antes de la decadencia del Temple –porque mi generación ya no sale como antes- fue la muerte anunciada del Fergus y de Zumalacárregui. O de los cafés de quemadillos de Predicadores, entre todos Guguzelli precioso y barroco, y de la zona de Maestro Marquina. También de la Estación del Silencio y de Interferencias.

El Orígenes… Nuestros orígenes…

Antes y para Labordeta y su generación, el final del Café Niké, antes todavía el Ambos Mundos… sustituidos por café con apariencia de café-tertulia donde nadie habla y todo el mundo pasa demasiado rápido. Zaragoza debería conservar con orgullo algún café de los mencionados como el Iruña de Pamplona donde tanto me gusta leer y cuya sala os traslado, gloria del modernismo navarro.

Siempre quedan refugios, pero es verdad que la muerte de determinados escenarios nos hace pasar a un momento de crepúsculo con cierzo que se mete en nuestro interior. Es un pellizco de muerte, de la ciudad y personal. En ese ciclo total de la vida y universo que cada día experimentamos como héroes de Joyce. Volvamos a la ilusión de una mañana de cierzo con buena luz o una plácida conversación de edad madura… con esa correa en comprender a los demás que dan los años, Iglesias.

Por eso os dejo con esta bellísima imagen del arranque de la calle del Temple junto a la persiana del Costo Maltés, escenario de algunos de los lugares de encuentro que mencionamos.

08/02/17 Luis Iribarren