Esta democracia no es la que yo imaginé. Y eso que supe que no iba a ser fácil cambiar de un plumazo años de régimen totalitario por una convivencia más justa y social. Pensé que todo llevaba su tiempo.
Los primeros años fueron ilusionantes. Se crearon derechas e izquierdas tolerantes y moderadas, arrinconando unos y otros a energúmenos del pasado. Fue una transición ejemplar con acuerdos entre las principales fuerzas políticas.
Después de años de aislamiento fuimos parte de la CEE y, más tarde en la UE como estado de derecho. Más problemática fue la decisión de entrar en la OTAN, a costa de pisotear los derechos en beneficio de compromisos adquiridos por algunos.
Han pasado años desde esa ejemplar transición y ahora nos encontramos en una democracia en crisis que retrocede el camino andado.
Hoy día, un gobierno salpicado por la corrupción, con la Gürtel, la Púnica o Bárcenas a la cabeza, sigue sin dar explicaciones. Enfrente, una oposición luchando solo por su hegemonía y en continuas luchas internas.
En este mi desánimo no me olvido de la injusta justicia. Se castiga más unos twists de mal gusto o el robo de una gallina, que a los ladrones con mando en plaza, miembros de la realeza o famosos evasores fiscales.
Con esa perspectiva, a pesar de no existir el delito verbal, me temo que los satíricos humoristas del los años 80 y 90 hubieran acabado…, todos entre rejas
Daniel Gallardo Marin