Cara y cruz de los Pilares. Mientras se celebra una carrera contra la violencia de género, o Interpeñas pregona “no a las agresiones machistas”, en las Delicias (de momento presuntamente) violan a una mujer y apalean a su pareja.
En un Plaza del Pilar abarrotada, la pregonera y el alcalde animan al respeto a todos y abrir nuestros corazones. Horas más tarde se queman contenedores, coches y mobiliario público.
Llegada la noche comienza la otra fiesta. Botellones e incivismo en plazas y riberas, suciedad generada de cientos de jóvenes, muchos de ellos menores de edad, en sus juergas etílicas, peleas, vómitos o micciones, sin el menor respeto a vecinos ni a al entorno donde se reúnen hasta altas horas de la noche, y tradicionalmente también los fines de semana de todos año.
¿Que nos está pasando? Verdad que son fiestas y nos toca vivirlas, nos lo merecemos. Son fiestas donde el protagonista no solo puede ser el alcohol ni el objetivo, emborracharse. Pero lejos de la moderación, esas prácticas de consumo excesivo de alcohol o estupefacientes en adolescentes, va más allá de la juerga puntual, pueden llegar a un proceso adictivo, derivando en el caso de la bebida en un consumo mayor y de más graduación.
Proceso acumulativo, que daña al menor su organismo cuando este no se ha desarrollado por completo. Se prohíbe por ley la venta de alcohol a menores de 18 años. Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa. Un joven mayor de edad puede entrar a un supermercado o a una tienda de las que abren hasta tarde y comprar botellas para toda su pandilla.
El Ayuntamiento de Zaragoza dijo con respecto al botellón, “no es una práctica sana y, por consiguiente, ¿se castigará a quien la practique?” Y concluyó sólo hace un par de años: “por este motivo, una vez terminadas las Fiestas del Pilar, consideradas como un periodo de gracia, el botellón estará terminantemente prohibido en toda la ciudad de Zaragoza”. Pues nada, no hay problema. Hagamos la vista gorda con los menores que en fiestas el "alcohol no daña", pues por mucha normativa que se ponga, la realidad en la calle es seguir viendo el botellón y el alcohol como un consumo de lo más habitual.
Daniel Gallardo Marin