En algunas de las zonas de Aragón las cifras de despoblación son dramáticas. Muchos de sus pueblos han sido abandonados, principalmente en comarcas pirenaicas o de montaña como el Sobrarbe, La Ribagorza o las sierras de Gúdar y Javalambre o el Maestrazgo. Su orografía y penosas comunicaciones son algunas de las consecuencias que hacen inviable su desarrollo a corto y medio plazo.
Tampoco las agoreras previsiones del Instituto Nacional de Estadística para Aragón invitan al optimismo para poner freno a esa sangría en Aragón porque lejos de revertir esa tendencia nos augura que en los próximos quince años esta tierra que lo fue de Reyes y Reinos perderá un 15% de su población.
Tomemos conciencia todos los aragoneses antes de que sea demasiado tarde. Si tenemos territorio de sobras, una situación geográfica envidiable, energía, agua y mano de obra cualificada en cualquier campo ¿Qué nos falla?
Hacernos atractivos para instalar empresas en el medio rural, procesando el producto agroalimentario, más allá de la recogida y siembra. Aprovechar la magia de muchos nuestros pueblos que nos dan ese valor añadido que representa el turismo. Con trabajo, se puede atraer a gente y, con un gobierno fuerte y unido, dar seriedad a los proyectos para que el territorio vuelva a ofrecer incentivos.
Por eso preocupa que los nuevos purpurados amaguen y amenacen con romper pactos que pueden asegurar inversiones para que Aragón no se despueble. Nuestra tierra necesita más que nunca un gobierno estable, con todos sus grupos, cada uno con sus matices pero en la misma dirección, para que esos presagios que nos llegan del INE no lleguen a cumplirse.
Me dijo un gran amigo: “Merece la pena luchar por el lugar donde quieres pasar el resto de tu vida” y yo sigo creyéndolo.
Daniel Gallardo Marin