Coll de ladrones - Canfranc - Huesca |
El Turismo en Aragón es un gran activo económico, pues disponemos de un extensísimo territorio, muy diverso, con muy diferentes alternativas, con unas posibilidades muy amplias por explorar, pero sobre todo por lograr potenciar, buscando una rentabilidad desde diferentes ópticas. Sin duda la económica es una de las principales, pero también la revitalización de ciertas zonas, la puesta en valor de algunas realidades aragonesas que debemos potenciar, donde se mezcla cultura y culturas, historia, sociología, gastronomía, naturaleza, relajación, arte y capacidad de ser diferentes.
Nos falta ampliar la “marca” de Turismo de Aragón, para que no sea sólo un agregado al turismo de nieve, al de los Pirineos salvajes, pero incluso en estos casos debemos asumir que turista se nos marcha con un gran desconocimiento de lo que realmente hay dentro de estos destellos.
No es lo mismo el Pirineo aragonés que el catalán o el navarro y debemos saber diferenciarlo para ponerlo en más valor. Como debemos trabajar más ciertas zonas de Teruel, atrevernos con las estepas, potenciar más si cabe (que creo que si) la ciudad de Zaragoza y su potencialidad cultural y artística, lograr que las comunicaciones interiores entre Aragón sean una vertebración real de todos esos intentos por acercar al turismo entre el turismo y para el turismo.
Cuando vas a Extremadura —por poner un ejemplo que utilizo muchas veces como territorio similar en algunos conceptos— se observa que los itinerarios turísticos están perfectamente diseñados e interiorizados. Todos los turistas van a los mismos lugares, algunos de gran valor pero otros de mucha menor importancia, pero que a ellos les sirve para ordenar y revitalizar su territorio. Ir al Jerte es una tontería, pero ayudas a ir a Plasencia y a consumir en Plasencia.
Es curioso comprobar que incluso entre los propios aragoneses hay serias dificultades en conocer Aragón. No hablo de conocer el Pirineo, ni Calatayud, Alcañiz o Teruel. Hablo de conocer mucho mejor y más los Aguarales de Valpalmas, los Órganos de Montoro, los balnearios, la catedral de Tarazona, Veruela, los alrededores de San Juan de la Peña, Roda de Isábena, Monzón, Daroca, los senderos de Canfranc, Bolea, Graus, las diversas juderías de Aragón, sus grandes rutas del vino, etc.
Cuando viajas por la zona castellana de Aranda de Duero se esfuerzan en que no te vayas sin visitar una bodega, por que conozcas la realidad de sus tipos de uvas, y su lechazo asado. En algunas de sus propias bodegas puedes comer, dormir o simplemente conocer su producción. Están preparados para todo eso. Intentan pillar al turista para que no se vaya de allí sin comprar. En la propia Oficina de Turismo o en locales asociados, te ofrecen chorizo o morcilla recién hecha, para que el turista no escape. ¿Curioso, improcedente?
Pero todo hay que explorarlo y cuando menos conocerlo. Hay lugares en la frontera entre Portugal y España donde se muestran zonas naturales con una vehemencia que si tuvieran el Pirineo o ciertas zonas de Teruel, arderían de gozo y le sacarían un beneficio cuando menos curioso. Transmiten una sensación de exquisitez por lo que tienen —muy inferior a lo nuestro— que de compararlo con lo de Aragón produciría sonrojo cuando menos.