En Geografía política o en Geografía económica o
sociológica, sabemos que las distancias no son kilómetros ni minutos, son
sensaciones, son estados mentales, son acercamientos o alejamientos de estado
de ánimo, de cultura, aunque sean distancias no reales. Vamos a hablar de
Aragón. Desde Canarias a África hay 100 kilómetros, pero la distancia real es
mucho mayor que la que existe entre Galicia y Andalucía que son diez veces más
de kilómetros de separación. Que sí, que sí, que voy a hablar de Aragón.
Las fuerzas progresistas aragonesas se comportan de distinta
forma según sean de Huesca o de Teruel. Me refiero a IU, CHA, Podemos y
similares. En Huesca quieren remarcar que son aragoneses y aceptan de mal grado
los acuerdos con otras fuerzas políticas, mientras que en Teruel son más
proclives a entender entre ellos.
¿Y qué pinta aquí la geografía política? Pues curiosamente
es más fácil llegar a Madrid desde Huesca que desde Teruel, pero en cambio da
la sensación de que son más centralistas en Teruel que en Huesca. Las
distancias no son en minutos sino en sensaciones. ¿Y qué dice Zaragoza en todo
esto? Pues depende, pero curiosamente Zaragoza pinta menos que lo que
corresponde por su tamaño y su voz es mirada con cierto repelús.
Las fuerzas conservadoras en cambio lo tienen muy claro.
Ellos todos, en procesión, son madrileños de nacimiento, aunque sus familias
vivieran en Aragón en el momento del parto. Y digo madrileños pues en realidad
no son españoles. Si tienen que elegir entre ser gallegos o canarios, aragoneses
o sevillanos, siempre gritan que son aragoneses. Pero si les preguntas por
Madrid el silencio acompaña la respuesta con un sonrisa. Depende de quien
pregunte.