Se nos acaba el verano, se nos agostan las tardes, también
en Zaragoza y sobre el Ebro empiezan aparecer los tonos amarillos del otoño,
lentamente invadiendo la luz del verano que se queda corta.
Volverán las
tardes anochecidas y los problemas pendientes, volverán en pocos meses las
promesas incumplidas y los engaños políticos de todos los que prometerán el
futuro maravilloso para intentar obtener sillones y despachos. Pero mucho me
temo que esta vez será distinto.
Creo que además este curso político será el
último de mi andadura municipal. Agotado por no haber hecho nada, cansado de lo
que encuentro, cabreado por algunas respuestas y sobre todo por excesivas
barajas escondidas para que yo no las pueda ver. Ser de la oposición cansa
mucho más que ser del gobierno, haciendo muchísimo menos. Esperaré a que se
apague la luz.