La capacidad de sorprender en la ciudad de Zaragoza son casi
infinitas. Tenemos la enorme suerte que somos imprevisibles, que si supiéramos
vendernos seríamos más famosos que California. Pero también la precaución de
que nos cuesta escuchar los cantos de sirena de los locos, lo que nos evita
algunos disgustos imprevisibles.
Ahora nos enteramos que una empresa privada solicitó hacerse
cargo del edificio la Torre del Agua de la Expo 2008 de Zaragoza para montar en
su interior un enorme columbario, que no es una exposición enorme de canarios
cantores.
Es cierto que desde las distintas instituciones nadie sabe
qué hacer con la Torre del Agua, el pabellón Puente, el pabellón España o el
Pabellón Aragón, entre otros iconos de la Expo de Zaragoza. Pero no me imagino
a la Torre del Agua, tan alta e iluminada, convertida en un inmenso cementerio
de 23 pisos de altura.
Vendrían de medio mundo a fotografiarse junto a los nichos,
pagarían entrada por verlo desde dentro, podríamos llevarle flores a la
abuelita en el edificio más chulo de Zaragoza. Pagarían desde otras ciudades
para que les guardáramos las cenizas en un edificio carísimo y pagado por
todos.
Como no tenemos playa no podemos invitar a los turistas al
sol y paella pero podríamos invitarles a una dosis de desierto y otra de chulos
a la hora de diseñar los cementerios mirando al Ebro. Me veo pronto desmontado
otra vez Splash pues resulta muy alegre para los muertos y poniendo en su lugar
la cruz cristiana con reminiscencias judías y musulmanas; de diseño y muy cara,
como debe ser.