Los cafés vieneses son cafetería que surgieron en la Viena del siglo XIX como amplios locales para “estar” para tomarse un café que pedían con leche y más grandes para que duraran más tiempo —los camareros servían además un vaso de agua que llenaba cuando se iba quedando vacío, para que el cliente perdurara en el local—, pues en aquellos nuevos cafés se ponían al servicio de los clientes además de un gran espacio con muchas meses, todos los periódicos del día y revistas generalmente de literatura, que servían para que los clientes estuvieran toda una mañana o media tarde, leyendo o pasando de tertulia en tertulia, de mesa a mesa. Y volvían un día tras otro a simplemente estar allí, a escribir, a relacionarse.
En Zaragoza tenemos algunos ejemplos que intenta copiar el ambiente de aquellos cafés vieneses. Yo suelo ir al Café El Sol de la calle Blancas, del que dejo una imagen. Su ubicación, su espacio, sus mesas y servicio, sus periódicos muy solicitados y sus revistas, ayudan a crean un ambiente de tertulia en el que a veces se puede ver algún joven escritor con el ordenador emulando a los famosos de siglo viejos. Por las noches se convierte en algo más íntimo, pero durante el día, que no cambie, por fa.