Torrenueva 1833 |
Notre Dame de París fue símbolo de la ciudad desde su
construcción (1163) hasta mediados del siglo XX. No es la mayor catedral de
Francia y, mucho menos, de la Cristiandad, pero sin duda es una de las más
bellas. Situada en l’Île de Francia resume la esencia de París. Tras la
Revolución Francesa, la Francia republicana siguió considerándola símbolo de la
capital.
Paradójicamente, una catedral era el símbolo de la Ciudad de la República que asentaba sus bases teóricas en principios racionalistas e ilustrados y siguió siéndolo cuando la Laicidad pasó a ser uno de los valores republicanos.
Esto fue así hasta que a mediados de los cincuenta del siglo XX, comienza a popularizarse el turismo en Europa pasando a ser París uno de los destinos urbanos primordiales.
En ese momento, la torre Eiffel pasó a ser el símbolo inequívoco de París y de la misma Francia. La torre construida por Gustave Eiffel para la Exposición Universal de 1889 (I Centenario de la Revolución Francesa) concebida como símbolo efímero de los progresos técnicos del siglo XIX y destinada al desguace, pasó a ser símbolo nacional y se quedó en su lugar. De los pocos miles que accedían a ella hasta entonces y del cierto desdén con que era considerada por los propios franceses, ha pasado a ser el monumento más visitado del mundo en la actualidad y orgullo indiscutible de una Ciudad y una Nación.
París y Francia pasaron de tener un edificio religioso como símbolo a tener uno civil.
La Torre Nueva de Zaragoza era una esbelta y delicada construcción mudéjar (de 1520) con elementos renacentistas, construida por la Ciudad. Era la única torre civil de Zaragoza conocida en aquél entonces nuestra ciudad como la “Florencia de la Península Ibérica” por la gran cantidad de palacios, iglesias y monumentos que atesoraba. La torre mudéjar más alta jamás construida era un prodigio de la técnica del siglo XVI y símbolo de la Ciudad.
Curiosamente, una torre civil era símbolo de la pía Zaragoza.
Jamás fue concebida para ser destruida, pero la oligarquía caciquil local, la incultura propia de la España del siglo XIX hizo que el Gobierno de España de Cánovas, a petición del Alcalde de Zaragoza del momento, perpetrara el “turricidio” (1892), continuando con una labor de destrucción patrimonial de la Ciudad que continuó activamente hasta bien entrado el siglo XX.
La primitiva capilla dedicada a la Virgen del Pilar de Zaragoza se vio beneficiada y acrecentada por la decisión política de los Borbones del S. XVIII para rivalizar con la importancia de la Catedral de La Seo, centro de la cristiandad aragonesa hasta ese momento, lugar de coronaciones regias y juramentos forales. Desde mediados del siglo XIX el templo recibió su impulso definitivo tanto arquitectónico (en 1872 se finaliza el cubrimiento del templo y se construye la primera torre –las tres restantes se edificarían en 1907, 1959 y 1961) como religioso (en 1872 se consagró el Templo). Monumento nacional desde 1904 y Basílica desde 1948. El Papa Pío XII, a mediados de los años cincuenta del siglo XX, firmó un concordato con Franco para dar base jurídica al nacionalcatolicismo y otorgó a Sudamérica la celebración del Día de la Hispanidad en 1958, dándole una dimensión internacional al templo. Desde mediados del siglo XX el edificio empezó a ser lugar de destino turístico religioso y hoy es el edificio más visitado y conocido de la Ciudad, convirtiéndose en símbolo de Zaragoza y de Aragón.
Zaragoza y Aragón pasaron de tener un edificio civil como símbolo a tener uno religioso.
Jorge Marqueta Escuer