Silicon Valley |
Todos desearíamos que Zaragoza se nos convirtiera en un Silicon Valley nuevo, pero eso es imposible y además ya es absurdo. Pero si conocemos las claves por las que una ciudad se convierte en un éxito como núcleo aglutinador de personas y además detectamos las debilidades que le crecen en su camino, tal vez podamos hacer más fácil el camino del éxito a las ciudades que lo intenten.
Etopía de Zaragoza |
Tan sencillo es entender su crecimiento como asumir de entrada que todo el éxito proviene de la formación universitaria que decidió Silicon Valley practicar como un lema de meta. De sus —¡ojo!— cuatro universidades que son las que hicieron posible crear un caldo de cultivo de personas con inquietudes tecnológicas y de innovación, y para que ellas pudieran ayudar a seguir formándose en equipo aprovechándose de todas la facilidades que les daban las propias universidades, sobre todo la Universidad privada de Stanford que ha tenido hasta 27 Premios Nobel entre sus profesores, seguida muy de cerca por la Universidad pública de Berkeley —muy progresista por cierto— con 28 Premios Nobel entre sus alumnos. Su biblioteca pública contiene más de diez millones de libros.
Estas dos universidades de la zona baja de California, junto a la Universidad católica de Santa Clara y la Universidad pública de San José son las que han creado el caldo de cultivo de miles de empresas grandes o pequeñas que han revolucionado el mundo y han hecho crecer económicamente todo un inmenso espacio geográfico.
Simplemente el concepto de estas universidades fue muy claro. Desde las diferencias sociales y formativas que entre ellas tenían, optaron por un lema no escrito pero muy sencillo. “Vamos a intentar atrapar a ciudadanos brillantes y vamos a relacionarlos entre ellos”.
Nada parece tan simple y pero a la vez eficaz. Las personas que triunfan quieren seguir triunfando y para ello buscan los lugares donde se dan las condiciones de seguir en contacto, para aprender y enseñar, para experimentar o investigar. En aquellos años 60-70 el contacto personal, la cercanía, era mucho más necesaria que ahora.
Sus debilidades actuales son claras. Es una zona muy cara en su nivel de vida donde solo los que ya han triunfado pueden vivir, y depende del monocultivo de las empresas tecnológicas con el peligro que esto conlleva, pero tiene a su favor que hay un tejido de Pymes muy alto.
Zaragoza creó su Milla Digital como un elemento físico, antes, mucho antes de crear una Milla Digital en la Universidad. Nunca se ha creado esta, todo hay que avisarlo. Y a diferencia de las ciudades con éxito, no se supo unir o acercar los espacios físicos entre lugares de investigación y espacios de formación. El Campus de Actur sería más lógico para ubicar la Milla Digital que el entorno de la Estación Delicias. Pero esto tampoco es irreversible. No es posible para este tipo de actuaciones que sea el urbanismo rentable como negocio, el que tira de las actuaciones públicas. Debe ser al revés, deben ser las inversiones y decisiones públicas las que tiren de la formación de alta calidad y luego ya vendrán las lógicas sinergias, que son las que producen beneficios urbanos y sociales.
Uno de los grandes errores que en la actualidad tiene Silicon Valley es precisamente la mala planificación urbana de su crecimiento lo que ha convertido toda la inmensa zona del sur de California en un cada vez más desperdigado espacio con grandes distancias físicas, que aunque sea siempre en coche son distancias en minutos u horas.
Y todo esto viene a colación porque en el pacto del PP con Ciudadanos en Madrid, una de sus promesas firmadas ha sido la de crear una especie de Silicon Valley español en el sur de su comunidad madrileña. Un espacio de investigación, de innovación tecnológica constante, de activación económica de cara a Europa, con un trabajo coordinado entre empresas, universidades, instituciones públicas de la zona y administraciones públicas de España. También se busca el trabajo coordinado para que se fundan —o fusionen— pymes que tengan sinergias parecidas para convertirlas en empresas de mayor tamaño, que pueden exportar mejor y capaces de crear sus propios programas de investigación y formación. Y además apoyar el caldo de cultivo necesario para crear una red entre las diversas empresas de la zona y que entre ellas se ayuden en las subcontrataciones y en generar negocios cercanos que puedan compartir. Todo aderezado con una colaboración más amplia con las Cámaras de Comercio y con las Ferias de Madrid para potenciar comercialmente lo que en la zona se está realizando.
¿Les suena a bonito, a imposible, que Zaragoza y Aragón no es capaz de hacer lo mismo? Pues depende de nosotros. No hay milagros, hay eso sí, mucho trabajo por delante y sobre todo aumentar nuestra autoestima. Tal vez los que tengan que poner estos mecanismos dediquen más tiempo a mirarse el ombligo que a mirar el futuro de todxs nosotrxs, pero de eso la culpa la tenemos nosotrxs por no saber elegir. Pero si Zaragoza sigue zancandilleando a su Universidad y a su Cámara de Comercio, vamos en el camino contrario, todo hay que decirlo.
Julio M. Puente Mateo