28.6.15

Aragón no puede empeorar. Por desgracia para Aragón

En una semana tendremos en Aragón nueva persona como Presidente de Aragón. Curiosamente no va a ser así porque lo hayan decidido los aragoneses con la cantidad de sus votos, lo cual jode, sino por la suma de varios partidos políticos que SI se han dado cuenta hace muchos tiempo que Aragón con Luisa Fernando era un caos, que su gestión fue una mierda pinchada en un palo, un sin vivir escondido y agazapado nuestro Aragón para que nada se note.

En realidad los aragoneses siguieron eligiendo a Luisa Fernando como el adalid de las bienaventuranzas en Aragón, por mucho que hubiera perdido un tercio de sus diputados. Una muestra más de que no tenemos ni puta idea de lo que se debe esperar de un político de la importancia de Presidente de Aragón.

Sopesar la gestión de estos últimos cuatro años en Aragón es sencillo. Nada de nada. Ni tan siquiera una idea que haya quedado, simplemente gestión como si de una Comunidad de Vecinos se tratara. Cuando no hay dinero, al menos se espera de los políticos que añadan ideas al debate, preparen y construyan el futuro a costa de proyectos nuevos, análisis válidos, cercanía con los ciudadanos, pedagogía política, reparto de buenas caras. Pero nada de eso se ha dado en estos cuatro años últimos. Por no darse y para no pasar a la historia, ni tan siquiera Luisa Fernanda nos deja de recuerdo unos maceteros nuevos, como sí hizo cuando fue alcaldesa de Zaragoza.

En una semana tendremos nuevo Presidente de Aragón y se encontrará con el vacío, con la nada, con nada de nada esperándolo sobre las mesas de la gestión. Aragón se merecía mucho más. Aragón necesita mucho más. Lambán puede empezar equivocándose y todos sabemos a qué nos estamos refiriendo. Es el representante de un solo partido entre siete que configuran las Cortes de Aragón. Si emplea los mismos mecanismos de sus anteriores profesores políticos socialistas, ninguneando al resto de partidos políticos, en realidad volverá a ningunear a los aragoneses, sobre todo a Aragón. No tenemos mucho que perder, pues ya no tenemos mucho de nada. Dependemos de Lambán incluso para seguir siendo “nada”.
 
Julio M. Puente Mateo