La Ofrenda de Flores del Día del Pilar es
un acto icónico de Zaragoza. De las Fiestas del Pilar, pero que trasciende de
un solo día para ser algo que empapa varios meses de la vida de miles de
zaragozanos.
Pero el excesivo tamaño de la Ofrenda de
Flores debería hacer pensar a quien corresponda que hay que volver a rediseñar
algo que puede morir de éxito. Excesivas horas, pero sobre todo excesivo
barullo, descontrol lógico con tantos miles y miles de oferentes, sin que pueda
disfrutarse del momento y de la vistosidad de un acto festivo realmente muy
importante en el sentimiento de una parte muy importante de zaragozanos.
La procesión que sale del Pilar a las 13
horas, y que se trasladó en los años 60 de la tarde a la mañana para animar la
Ofrenda de Flores cuando nacía, debería volver a la tarde y darle un sentido
diferente. Casi recuperar la procesión de aquellos años, con un trayecto por
las calles Alfonso y D. Jaime, para dar la vuelta a la zona más conocida del
centro histórico de Zaragoza. Sería un complemento perfecto a lo que es una
gran fiesta religiosa pero también de participación y ofrenda. La procesión de
la Virgen del Pilar sin el Niño y con el acompañamiento de música antigua,
jotas y coros aragoneses por puntos específicos sería un atractivo turístico y
religioso a valorar con sinceridad para sacarla de la propia Ofrenda de Flores.
La Ofrenda de Flores no es única en España, se da
también —para fijarnos como funciona y se resuelven problemas parecidos— en la
ciudad de Valencia, pero con una organización muy diferente. Allí las personas
que ofrecen las flores desfilan mucho más lentamente, con mucho más espacio
entre ellas, durante dos días y más horas de procesión oferente, y muy
posiblemente con menos personas participando en el interior de la ofrenda. En
Zaragoza son innumerables los oferentes que van por libre, algo que se podría
gestionar mejor, pues al final y dado el número altísimo de personas, resulta
un poco apabullante la forma de procesionar por todos los accesos posibles.