Cuando veo estas imágenes de Zaragoza con
lugares perfectamente reconocibles aunque tengan más de un siglo entre sus
amarillos, y observo en ella a zaragozanos que pasean como si nada estuviera
sucediendo ni entonces ni ahora, sin tampoco imaginar siquiera que muchas décadas
después serían observados por locos modernos que disponemos de tantas cosas que
ellos no tenían, me entra una mezcla de satisfacción y pena.
Ellos no pueden imaginar desde donde les observan otros zaragozanos
ahora, que posiblemente vivamos en su misma ciudad pero en lo que por entonces eran
unos campos de panizo. No imaginan que los problemas de la Zaragoza actual les
producirían risas y serían capaces de resolverlos en dos patadas empleando
simplemente el sentido común y si acaso el olfato de la supervivencia.
Todos estos que pasean eran los dueños de
la Zaragoza de entonces, pero también de la actual pues las sociedades no somos
solo los que ahora habitamos sino también los que fueron y los que serán. Lo
que estos zaragozanos de la foto hicieron por Zaragoza es lo que ahora disfrutamos
todos nosotros, para bien o para mal. La construyeron y la cuidaron, trabajaron
o se hicieron a un lado para dejar pasar a los más jóvenes o preparados. Así
que también todo lo que ahora tenemos en Zaragoza les pertenece aunque ellos
nunca pudieron imaginarse un espacio como Expo, como el ACTUR o Parque Goya,
como Las Fuentes o La Jota. Pero entonces amaban a su Zaragoza, como ahora
debemos hacer nosotros por los que nos verán dentro de un siglo. Tampoco
podemos imaginar ahora, desde donde nos observarán lo que hicimos.