Ayer observaba con envidia como por las calles de León estaban podando los árboles en pleno agosto y con una altura de no más cuatro metros. A punto estuve de pedirles el teléfono para traerlos a Zaragoza. La semana pasada hasta tres grandes mamotretos en forma de árbol se cayeron por las calles de la Avenida de la Jota de Zaragoza, a las pocas semanas de que los técnicos municipales certificaran que todo estaba bien en cuanto a podas.
Una granizada sencilla y un poco de aire dio al traste con un inmenso árbol en la calle isla Baleares que calló sobre el tejado de una casa de tres plantas. En la Avenida de la Jota es posible ver grandes ejemplares que al ser mal podados durante décadas, han alcanzado la altura de seis y siete pisos. La base de raíces no soporta por tamaño la enorme copa de estos árboles. Curiosamente de la misma familia vegetal de los que en Burgos, por poner otro ejemplo, se dedican -con trabajo de poda y de jardinería-, a formar tupidas sombras naturales al entrelazar las ramas en horizontal en vez de en vertical.
No tiene sentido que vecinos de un sexto piso llamen al Ayuntamiento para quejarse de que las ramas de un árbol chocan contra su ventana en cuanto hace viento y no les dejan dormir. Los árboles en las ciudades son un lujo a cuidar, pero la excelente cantera de jardineros municipales en la Zaragoza de hace unas décadas se han debido jubilar, aunque alguno menos mal que se ha jubilado hace poco.