No es fácil adivinar en qué calles de Zaragoza se pusieron
adoquines para probar las nuevas técnicas que venían de Europa. Era el año 1859
y Zaragoza optó por copiar lo que ya se empezaba a montar en algunas calles
céntricas de Madrid, Barcelona o Valencia.
Así que hizo pruebas con adoquines
cuadrados de piedra oscura de Calatorao. Y eligió las calles del Pilar,
Albardería y Refugio. Fue un fracaso pues no se supo poner bien el firme que
sustentaba las piedras y aquello en pocas semanas se convirtió en un barrizal
con todo el adoquinado suelto y movido. Los baches en aquel pavimento obligaron
a parar las obras en más calles y empezar por lo básico. Aprender en sistema
que se empleaba en otras ciudades, para que aguantaran el paso de carros.