En el siglo XIX el oficio de aguador era muy apreciado en
Zaragoza pues eran los que lograban que en las viviendas de la ciudad hubiera
agua. Era un servicio público insustituible que llevaba agua desde las fuentes
públicas hasta las casas con dos o tres borricos pequeños cargados con cantaros
o tinajas llenos de agua potable. Subían con los cántaros llenos hasta la
vivienda y llenaban las grandes tinajas del hogar.
Durante ese siglo fueron poco a poco cambiando los borricos
de pequeños porte por carros de caballo que llevaban cubas metálicas en vez de
cántaros o tinajas de barro. El precio de los primeros a mitad de siglo XIX, y
así figuran en algunas Guía de Zaragoza del año 1860, era de unos 8 maravedíes,
por carga, mientras que los carros de cuba cobraban 3 reales por cubo que eran
aproximadamente unas 12 cargas.