La noche del 18 de febrero de 1643, sobre la una de la
madrugada, una enorme riada sobre Zaragoza se llevó dos arcadas del Puente de
Piedra, de las nueve que en aquel momento tenía sobre el río, dejando aislado
el Rabal de la ciudad. Aquellas arcadas quedaron destrozadas muchos años por
falta de recursos económicos de la ciudad, que tenía que destinar enormes
cantidades para impuestos al Rey, en su guerra contra Cataluña. Se solicitó ayuda a La Seo e incluso al Vaticano para poder aumentar algunos impuestos municipales o para recibir ayuda económica directa para reconstruir el puente con rapidez y no se logró la ayuda de la iglesia. La peste de los años posteriores tampoco ayudó nada a que las obras se hicieran con la rapidez necesaria.
La
reconstrucción empezó en el año 1657, catorce años después de la gran riada y
duraron hasta el año 1671, aunque cuando más se obró fue eentre 1657 y 1661
para poder dar una salida y entrada rápida a la ciudad por el Puente de Piedra.
En el año 1660 ya se permitió el paso por el Puente de Piedra. Se aprovechó la
importante obra para colocar los estribos en las arcadas que en forma de punta
flecha abren todavía el agua al llegar al puente; para colocar un pretil de
defensa que tapiara las dos primeras arcadas junto a la zona actual cercana a
la Lonja dejando al Puente de Piedra con siete arcadas, para darle más fuerza
al puente y se terminó la obra colocando cuatro leones de piedra y sentados
sobre unas columnas de unos 4 metros de altura, uno en cada esquina del puente.
En los años en que el Puente de Piedra estuvo sin paso, los
zaragozanos empleaban el Puente de Tablas o de Alcántara, que aunque también
fue destrozado por la riada se pudo reconstruir con más rapidez (se tardó casi
año y medio en reconstruir) y que sirvió para poder cruzar entre ambas orillas
en los muchos años de obras del Puente de Piedra. Hay que recordar que la zona
del Rabal era la despensa más importante de la ciudad en verduras y ganadería.