Si desea conocer el Teatro Principal de Zaragoza por dentro, ver sus camerinos o sus escenarios y tramoyas, en breves días se pondrá en funcionamiento la posibilidad de realizar para el público en general una seria de visitas guiadas en donde se nos enseñará todo el interior del Teatro Principal. La iniciativa forma parte del deseo de abrir el histórico edificio a la ciudad e instaurar estos recorridos por sus entrañas con carácter permanente en los días en los que no haya actividad escénica.
«El edificio y sus 'secretos' los solemos mostrar a grupos y colegios que nos lo solicitan, pero ahora queremos ofrecer las visitas como una actividad programada. Era una idea que veníamos manejando desde hace tiempo y que ya era hora que pusiéramos en marcha», señala el gerente del teatro, Rafael Campos. Una forma también de acercarse, y por qué no, captar, a un público potencial. «El teatro es cada vez más accesible en todos los sentidos y esta es también una manera de que la gente no lo sienta tan lejano y se familiarice con él», comenta. La divulgación de esta idea a través de la asociación Amigos del Teatro ha provocado una avalancha de solicitudes. En pocos días se han recibido unos 500 correos electrónicos interesándose por el tema y se calcula que cerca de mil personas quieren ya participar. «Nos hemos visto sorprendidos gratamente por la respuesta masiva, pero también desbordados», reconoce Rafael Campos. A lo largo de este mes de febrero se anunciarán las primeras visitas y el sistema para reservar con cita previa.
Rafael Campos calcula que, dependiendo de los espectáculos en cartelera, quedarán disponibles una media de seis o siete días cada mes para ofertar esta actividad por las tardes a partir de las 18.00. Por las características de las estancias que se mostrarán, los grupos no podrán ser de más de una veintena de personas.
El Teatro Principal se inauguró el 25 de agosto de 1799. En dos siglos ha sufrido sucesivas reformas, de mayor o menor envergadura, hasta que la dirigida por el arquitecto José Manuel Pérez Latorre configuró un nuevo sistema de distribución interior y lo dotó de una gran infraestructura técnica. Más allá de la belleza arquitectónica del edificio y las pinturas y murales que lo decoran, buena parte del atractivo será descubrir sus intimidades. Como esa veintena de camerinos que se distribuyen a lo largo de cuatro plantas, la propia maquinaria escénica que normalmente queda oculta a la vista del espectador y ese foso al que se está estudiando si se podrá acceder.