Decía Martin Luther King, "hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido a vivir como hermanos". Está frase viene como anillo al dedo en los momentos que estamos viviendo en Cataluña. ¿Por qué se ha llegado a esta situación?
El nacionalismo independentista catalán se ha ido forjando, generación a generación, durante décadas, desde la falacia de que Cataluña independiente sería la antesala del paraíso fuera de una España que les roba. Y eso que tanto los gobiernos del PP como del PSOE les dieron más competencias que las que actualmente disfrutan los estados federados.
La torpeza del gobierno de Rajoy, incapaz de prevenir los graves sucesos que están ocurriendo y la prepotencia suicida de un gobierno catalán que parece más bien marciano, ha generado una situación con una muy difícil solución. La división que se está creando dentro de la propia sociedad catalana, es prueba de ello.
No es comparable, pero mi viene el recuerdo lo que me contaba mi padre de la guerra civil española, siendo testigo y afectado, el odio que pudo ver dentro de familias, amigos y vecinos por el simple hecho de que sus simpatías se decantarán por un bando u otro, o simplemente por simples comentarios que podían delatar sus preferencias. Tiempo político y social que amedrento a los perdedores durante años de dictadura.
No quiero ser alarmista, son otros tiempos. Los pilares que sostienen a una sociedad en democracia como la nuestra, están formados por el espíritu de justicia, honestidad, respeto y solidaridad entre otros. No somos el único país con tensiones territoriales, Córcega en Francia, Flandes en Bélgica o Escocia siguen con mayor o menor intensidad vigentes, pero también es cierto que en ninguno de estos casos se ha producido una rebelión contra un estado de derecho como ha ocurrido en Cataluña.
Sueño con la libertad, con la justicia y la igualdad entre todas las comunidades, ojala no tuviera la necesidad de soñarla.
Daniel Gallardo Marin