Para Manuel Reyes y Socorro precisamente Pino. También para Paco Reyes Pino y sus hijos queridos, enorme padre y todavía orgulloso con razón vecino de Balsas. La segunda recientemente fallecida en su Málaga natal. En representación de tantos jardineros y albañiles anónimos que nos han hecho más bella la vida y sus pequeños momentos.
Tras ocho ediciones de bares qué lugares y de puentes qué corrientes, dejamos hasta el próximo verano la serie y nos descalamos las gafas de sol como hace Misser Trasobares.
Nos ponemos en otoñal faena. Hablaremos de gastronomía nuevamente, del pulso no frenético que percibamos en este universo con un diapasón silente donde el curso escolar en que se abisma cada núcleo que no esté a orillas de algún mar…
A cambio del olor a seta húmeda, leña apilada y longaniza de jabalí. Es el tiempo en que renacen los árboles monumentales.
Vaya nuestro primer homenaje para conocimiento de todos los zaragozanos a uno de los árboles que yo todavía más visito porque me llevan los pies y porque siento nostalgia del olor al café de Socorro, que ya no percibo a 100 metros. A veces lo que hago es ir al Comic a tomarme uno.
Es el árbol que provocó por sí mismo, tras una reacción vecinal que no puede existir en distrito neoyorquino alguno, bifurcar casi de forma art-déco la avenida San Juan de la Peña en la forma que veis.
Los tanques de la primavera de Praga que desembarcaban todavía en la Estación del Norte y jodían el firme, desfilaban casi cada semana rodeando el árbol.
Yo lo veía cada día, subiendo en el 35 o andando al Mixto 10, que estaba más lejos del Barrio Jesús casi que la Universidad.
El árbol está en muy buen estado de conservación, engalana ese barrio de casitas-cajas de zapatos que es Balsas de Ebro Viejo. Es uno de los ejemplares botánicos más antiguos de Zaragoza.
Es triste comprobar el aspecto cada vez más descuidado de los jardincillos adjuntos a los frontales de las casas de Balsas, esos que cuidaban moradores de las mismas provenientes de la emigración rural aragonesa o andaluza.
Esos trabajadores del metal, de Dragados, de la propia Saica que fueron hortelanos hasta los 25 años en los pueblos de donde salieron. Que hicieron y han hecho de Balsas, la Jota o Cecilio Navarro pequeños oasis con vegetación y sin césped que no podemos dejar perder. Lugares donde cada flor arranca una sonrisa porque crece casi silvestre, irregular, libre de maceteros rudi.
19/09 Luis Iribarren.