El Ayuntamiento de Zaragoza habrá tomado buena nota (sarcasmo)
de que el servicio de autobús urbano de Zaragoza funciona perfectamente con la
mitad de autobuses.
Desde hace unas pocas semanas lo habitual, casi lo obligado
es ver a dos autobuses de la misma línea pegados uno al otro. Da igual de qué
línea hablamos, sucede en casi todas. Es curioso y casual?
En vez de esperar 6 minutos tienes que esperar 13 pero los
usuarios lo soportan sin suicidarse ni gritar desesperadamente. Nos vamos acostumbrando a todos y sonreímos cuando llegan siempre los dos en dos. ¡Qué gracia!
Con la mitad de autobuses, la mitad de conductores, de servicio y de
precio en el billete podríamos funcionar igual de mal. Nadie se quejaría (más) entre
los clientes. Jope qué bien.
Es el camino para los servicios públicos del futuro. La mitad de todo y
luego la mitad de la mitad. Y lo malo es que lo alentamos entre todos, unos por
provocación y otros por silencio. Es tiempo de la tapa en vez del plato de cocido, del sí pero no.
Como es sabido, un autobús va lleno hasta la raya amarilla
(otra forma de joder) y el siguiente vacío pero contento por hacer bien su trabajo. Lo más curioso es que existen
sistemas para evitar esto, hay trabajadores que controlan esos desfases de
frecuencias desde sus despachos y ordenadores. Pero también sobran, claro, si
no sirven para nada sobran.
¿Y si volviéramos a los tranvías con mulas que esos no se
estropean y mantienen las frecuencias mejor?