Cuando Amadeo I de Saboya vino a Zaragoza en el otoño de
1871, se levantó un Arco Triunfal en la calle D. Jaime I, frente a los locales
del Casino Monárquico.
En las fiestas del Pilar de aquel año los Gigantes y Cabezudos, ya viejos y en espera de ser renovados por otros nuevos, salieron a la calle como de costumbre y fueron dibujados para un grabado de época junto a la plazuela de Ariño, reflejando el Arco Triunfal que todavía se mantenía.
En las fiestas del Pilar de aquel año los Gigantes y Cabezudos, ya viejos y en espera de ser renovados por otros nuevos, salieron a la calle como de costumbre y fueron dibujados para un grabado de época junto a la plazuela de Ariño, reflejando el Arco Triunfal que todavía se mantenía.
Hay que recordar la originalidad de la fiesta de Gigantes y
Cabezudos, común en Aragón y Cataluña, pero ajeno en muchos otros territorios
españoles.
Cuentas que en el siglo XIX se llevaron los Gigantes y
Cabezudos a Madrid a darlos a conocer y
se los sacó a la calle para que los niños madrileños disfrutaran de ellos.
Pero aquellos niños no sabían encorrerlos ni les parecía una gracia que se les pegara con una cuerda a modo de látigo ni sabían canciones para provocarlos. Fue un fracaso pues no entendían qué gracia podrían tener para los niños aragoneses aquellas figuras de cartón que corrían para pegar a los propios niños.
Cada país cultural tiene sus tradiciones.
Pero aquellos niños no sabían encorrerlos ni les parecía una gracia que se les pegara con una cuerda a modo de látigo ni sabían canciones para provocarlos. Fue un fracaso pues no entendían qué gracia podrían tener para los niños aragoneses aquellas figuras de cartón que corrían para pegar a los propios niños.
Cada país cultural tiene sus tradiciones.