La paciencia es la capacidad que tiene una persona para soportar algo que quiere y siente sin llegar a perder los nervios. Paciencia y tolerancia manifiesta el seguidor blanquillo zaragocista durante una década.
Tampoco el comienzo de esta pretemporada ha ayudado a la esperanza. Pero justificable por ese condicionante de hacer un equipo con una plantilla nueva.
Es obvio que el Zaragoza actual es un equipo renovado en todas sus líneas, incluido su entrenador. Con músicos venidos de diferentes orquestas, ninguno de renombradas filarmónicas, cuesta tiempo y paciencia conseguir una sonoridad que agrade a toda la audiencia. Ya arrancada la quinta temporada —impensable ni en mis peores pesadillas, en una división indecorosa para Zaragoza— la imagen en el primer partido oficial del equipo en Tenerife, fue la misma que las previas al arranque liguero.
No queda otra que tener paciencia, término últimamente muy en uso en este Zaragoza, virtud de quienes saben sufrir y tolerar las contrariedades y adversidades, actitudes más que probadas en esta extraordinaria afición, en continua depresión y carente de alegrías.
Paciencia a veces confundida con el desánimo.
Desánimo y preocupaciones sembró al paciente zaragocista por lo visto ante el equipo canario, también con jugadores nuevos. Un ataque zaragocista que no da miedo al rival y una defensa que lo da…, pero de sufrir un infarto.
Demos tiempo, no queda otra, y paso a paso pero sin pausa, para que nuestros jóvenes jugadores y alguno no tanto, de esta renovada plantilla, puedan dar mucho más de lo que en estos momentos parecen ofrecer.
Es el primer partido de una liga igualada e interminable, pero también es verdad que es mucho lo que hay que mejorar, refuerzos incluidos. Volver a ser un equipo competitivo, capaz de sacarnos de este pozo, será la mejor manera de compensar a la paciente y sufrida afición, que ya nos toca.
Daniel Gallardo Marín