Lo de tener facturas en los cajones era un mantra repetido
hasta cansar entre los organismos políticos de esta crisis eterna. Facturas que
no se quieren contabilizar en su momento para no hacer saltar las alarmas o
para que las cuentas cuadren con las obligaciones duras de quien las controle.
Una trampa, si, pero una trampa asumible por el porcentaje
sobre la facturación anual, pues el engaño había que regularizarlo enseguida.
Sea un Ayuntamiento, una Diputación o un Ministerio.
Pero cuando saltan las alarmas es cuando hablamos de muchos
millones que se han gastado, presuntamente, sin consignación presupuestaria, o que
se han pagado y hay facturas, pero estas no se han contabilizado. ¿De donde se
ha sacado el dinero para pagar? ¿O el Tribunal de Cuentas son cuatro aprendices
de brujos que no saben leer contabilidades?
Los presuntos desbarajustes y líos en la DGA y el
Ayuntamiento de Zaragoza preocupan y mucho, pues de ser ciertos nos obligarán a
todavía más recortes que no somos capaces de imaginar. Luego vendrá el saber en
qué, por qué, a costa de qué, con razón a qué, de qué manera y por qué.
Atémonos más los cinturones de castidad.
Se habla incluso de un número de cuentas corrientes (23
según se publica hoy y en nueve bancos distintos), que a cualquier le puede
parecer anormal para llevar los ingresos y los gastos municipales, algunas de
ellas, presuntamente, fuera del control de tesorería. ¿Nadie detectó esto, sean
técnicos, sean políticos de la oposición, de toda la oposición? Cuando hablamos
de discrepancias a la hora de explicar 350 millones que representan el 50% del
presupuesto anual, sería tanto como que un miembro de una familia media
encontrara discrepancias en la cuenta familiar entre gastos e ingresos en un
año, de 8.000 euros. ¿Se pondría colorado quien no supiera justificarlo en el
acto? ¿tendría que esperar la esposa o el marido que pregunta, un mes (y han
pedido más tiempo) para que le respondieran sobre donde se los ha gastado sin
decirlo, sin apuntarlo?
Decía Bogart que siempre nos quedará París. Pero el tren no parará en Zaragoza para que no nos vayamos todos.