1.4.24

¿Somos capaces de amar a Zaragoza?


Tras unos textos anteriores, recordando en este blog algunos pequeños detalles de los Sitios de Zaragoza, de nuestra ciudad que ha sido y sigue siendo un bello ejemplo de Gran Ciudad no siempre bien cuidada, me ha comentado Jorge Marque, el que fue Gerente de Turismo en Aragón, algunos apuntes muy interesantes que voy a intentar sintetizar.


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Todas las guerras son destructoras del patrimonio y mucho más las guerras contemporáneas, en las que se ataca a la población civil, pueblos y ciudades, como fue el caso de los Sitios de 1808 y 1809. Pero me permito un comentario. La pérdida patrimonial de esos años fue mínima en comparación con el ansia destructiva de los siglos XIX y XX. El propio monasterio de Santa Engracia estuvo en ruinas buena parte del siglo XIX y era fácilmente recuperable, pues el bombardeo afectó a un ala, pero no al conjunto. La decisión de su derribo total se da bien entrado el siglo XIX.

Y ¡qué decir de la Torre Nueva!… o del Teatro Pignatelli (uno de los primeros edificios con hierro en España, una obra fundamental de Félix Navarro. O por poner otro ejemplo qué deberíamos decir de la Universidad del siglo XVI, eliminada en el XX con desidia, abandono y olvido, o de los edificios modernistas de la zona de Sagasta, o del convento de San Francisco o los múltiples palacios renacentistas y barrocos que cayeron en el siglo XX o el destrozo irrecuperable de la Aljafería convertida en cuartel durante siglos.

Las guerras afectaron al patrimonio, pero el gran destrozo de la Zaragoza, de esa bella ciudad que solo se podía comparar con Florencia (era conocida como la Florencia española) no se debe tanto a las guerras como a la incultura, el nulo cuidado e interés por el patrimonio que ha sufrido la ciudad por culpa de muchos.

Las ciudades españolas, cuando crecen en población en los siglos XIX y XX crean ensanches (el barrio de Salamanca en Madrid, el Eixample en Barcelona, el Eixample en Valencia) En Zaragoza no tenemos ensanche (y hubo varios proyectos que se desvirtuaron) y la población más que se triplicó entre 1850 a 1950 (seguiría creciendo después) y nuestro ensanche es casi solo la Plaza de los Sitios y aledaños hasta el inicio de la Gran Vía, insuficiente para acoger tanta población y es que se hacen planes de "reforma interior", se ocupa la ciudad histórica y se destruye lo que hay (además de los incipientes barrios obreros).

Pero es cierto que en el imaginario colectivo se ha asentado la idea de que Los Sitios en Zaragoza destruyeron el patrimonio y no es exactamente así. Si repasamos algunos ejemplos de destrozos, vemos que Zaragoza debería ser hoy en su zona histórica, una ciudad mucho más importante en Arte y en Historia. Vemos ejemplos que ya no están entre nosotros.

Iglesia San Lorenzo, de estilo mudéjar

Convento de Santo Domingo (apenas queda un 10%)

Casa Torrellas

Palacio de Zaporta (el patio se vendió, hoy felizmente recuperado una parte)

Casa Coloma

Casa Torreflorida

Convento Santa Fe

Iglesia de San Andrés

Iglesia de San Juan y San Pedro

Parte de la iglesia de Santiago el Mayor

Convento de Santa Lucía

Todo destruido en los siglos XIX y XX, y seguro que me dejo edificios pues hablo de memoria.

Cuando se abre la calle Alfonso (mediados del s. XIX) y la calle San Vicente de Paul (desde 1939), se llevan por delante en las obras todo lo que encuentran. Tenemos unos Baños Judíos casi únicos y estás escondidos y cerrados desde hace muchos años. Pero tenemos que dar las gracias de que no estén destruidos. El subsuelo zaragozano es tremendamente interesante en lo histórico, y una gran parte se conoce, otra se ha ido tapando, y mucha más se ha ido destruyendo a escondidas. Por no hablar del patrimonio contemporáneo, como el Teatro Fleta que se ha tragado millones y ahora nadie quiere ni nombrarlo, pues en realidad preferirían que se evaporara el solar para que nadie se acordará de él.

Textos de Jorge Marqueta y Julio Puente.